El 28 de mayo de 1864, Zamora capital quedó unida, por ferrocarril, a Medina del Campo y, a través de la línea que enlazaba desde Madrid, a la frontera francesa por Irún. Se acababa la incomunicación con el resto del mundo continental y se abría la posibilidad de llegar a Madrid, ¡en el mismo día!, cuando antes hacer ese trayecto implicaba varias jornadas y aguante físico.

Desde esa fecha, el número total de circulaciones quedó establecido en cuatro (dos en cada sentido). El tren más madrugador, y el más rápido, era el que partía a las 6 de la mañana de Medina con destino Zamora, a la que llegaba a las 9,58. Tardaba prácticamente 4 horas. Los 89,8 kilómetros de distancia los hacía a una velocidad media de 21,3 Km/h y paraba 33 minutos repartidos desigualmente en 7 estaciones (sin contar las de origen y destino): Villaverde, Nava del Rey, Venta de Pollos, Castronuño, San Román, Toro y Coreses. En Toro paraba 10 minutos y recorría los 21,3 kilómetros hasta Coreses (la mayor distancia entre estaciones) a un promedio de 35,5 Km/h; una proeza en comparación con la tracción a sangre.

El tren rindió viaje en la estación de Zamora, cuyo edificio estaba sin terminar, pero con la satisfacción de llegar en un tiempo récord y con una comodidad difícil de igualar por el mejor de los carruajes.

El viajero que salió de Madrid al ocaso, tras una noche en el tren y en la estación de Medina para el transbordo, realizó un excitante viaje a la luz de la luna y de las lámparas de aceite que iluminaban el interior de los coches. Al amanecer, con el sol en ascenso, se adentró por la tierra del pan y del vino para alcanzar su destino, Zamora, bañado por la luz brillante de la primavera y las aguas del Duero.

Se inauguraba una línea y una época en la que el humo y el silbido de la locomotora -nueva competencia laica al tañido de los campanarios románicos- ponían sobre aviso a los que esperaban su llegada, para ir al comercio a recoger las novedades de encargo, la prensa diaria o la revista ilustrada; lo haría puntualmente? salvo algún descarrilo inoportuno. El tren de vapor, con su ritmo pausado y constante, irá marcando las horas del día.

Eran años en los que la democracia estaba por llegar (el sufragio universal lo hace en 1890), pero podemos decir que los desplazamientos se democratizan, se facilita el veraneo familiar y empieza a vislumbrarse el viaje por placer, para hacer turismo.

La comodidad de los coches de primera clase contrastaba con los de tercera. En aquellos primeros tiempos, sin cristales en las ventanas, las cortinillas eran la única protección contra las inclemencias. Durante el viaje se conversaba, se transmitía el estado de ánimo -la alegría del regreso a casa o el dolor de la separación-, se compartía la merienda e, incluso, se discutía. Había tiempo para todo.

Desde que nuestros jóvenes bisabuelos o tatarabuelos lo recibieran por primera vez en Zamora, hoy hace 150 años, el tren siempre ha estado ahí a nuestra disposición. Aunque tiene tantos años como Matusalén, las ilusiones y esperanzas de entonces se renuevan hoy con el convencimiento de que, en el futuro, el camino de hierro seguirá siendo bueno para la civilización y el progreso.

*La Asociación Ferroviaria Zamorana esta volcada en la recuperación del patrimonio histórico ferroviario, tiene como objetivo divulgar y acercar a la sociedad el mundo del ferrocarril. Forma parte de la Comisión que, junto a otros organismos e instituciones, organiza los actos de conmemoración del 150 Aniversario de la llegada del Ferrocarril a Zamora. Siendo el primero el que tiene lugar el día 31 de mayo, con un tren de época que realizará el trayecto Medina del Campo-Toro-Zamora, con salida a las 10.30 horas de la estación de Medina del Campo.