Dicen los hosteleros zamoranos que la lluvia durante la Semana Santa ha derrumbado las expectativas de dar un respiro a la maltrecha economía de las pequeñas empresas de la provincia que sufren, como los trabajadores, otro derrumbe más duradero: la crisis económica.

Unos días antes, el estrepitoso derrumbe de la Pasarela de los Cuestos de la Mota en Benavente ponía en evidencia que todo un sistema se venía abajo. Un sistema que no dudó en construir una obra cara e innecesaria; con dinero público que podría haberse utilizado en hacer una obra útil; sin informes técnicos que avalaran su seguridad y la de los ciudadanos, y contra el sentido común de las gentes de la Mota que por experiencia sabían que los Cuestos eran inestables desde siempre para sujetar sin más una nueva estructura, por ligera que fuera. Pero nada importaba al sistema económico más que gastar por gastar y ganar por ganar; ni al poder político, más que aparentar por lo mismo.

Un sistema irresponsable, en el que nadie asume el error, o la confusión, o la dejadez, o la incompetencia. En el que nadie da explicaciones. Suerte de que no hubiera desgracias humanas y responsabilidades individuales. Lo colectivo, bien se puede bandear con buenas palabras y mejores propósitos. Nunca sabremos qué mano mecía la cuna.

Si se sale a la calle, megáfono en mano, para exigir responsables por el riesgo al que se sometió a los ciudadanos y por el derroche de dinero de todos, ¡ya tenemos culpables! Culpable Nines, por vocear lo que todos piensan: que una obra innecesaria, cara, arriesgada y mal hecha, solo puede explicarse por el interés de algunos o por su incompetencia. O por ambas.

Contra Nines se han querellado los concejales del Partido Popular, que fueron los que votaron y gestionaron la construcción de una Pasarela cara, inútil, etc. etc. Pero que no son responsables de su derrumbe ni lo hubieran sido si con él se hubieran llevado por delante vidas humanas, como en el Madrid Arena y su insigne e indemne alcaldesa. Suerte tiene Nines si no la acusan de terrorista o antisistema. Aunque un poco antisistema sí que parece: contraria al sistema que asume con naturalidad que se tiren novecientos mil euros de todos por los Cuestos sin que nadie asuma a su vez la responsabilidad.

Aunque el derrumbe de la Pasarela de la Mota parece un juego de niños si se compara con el que en estos días de pasión ha levantado más pasiones: el corralito y las quitas de Chipre. Todo un sistema económico y político que se desmorona cuesta o «cuestos» abajo, cuando los ahorros de la gente dejan de ser suyos para destinarse a financiar a un sistema bancario que se suponía que guardaba a buen recaudo de ladrones el dinero que se les dejaba en custodia.

Con la quita, o sea, con que nos pueden quitar lo nuestro por las buenas, se derrumba también la confianza de los pequeños ahorradores en los bancos. Los grandes, desde Bárcenas hasta el mismo rey de España, parece que tenían a buen recaudo en Suiza el dinero de sus herencias y de sus negocios. Si hay quita en España, cosa poco probable según el Gobierno pero que quita el sueño a los trabajadores que guardaban hasta cien mil euros para el futuro de sus hijos, va a pillar a los de siempre. También los de siempre se van a librar.

Hace tiempo que se derrumbó la confianza de los ciudadanos en un sistema que echó «cuestos» abajo los derechos humanos, laborales y sociales que se construyeron con el esfuerzo de los trabajadores. Ni el trabajo, ni la vivienda, ni la sanidad, ni la educación, ni las pensiones, ni la supervivencia están garantizados. Al contrario, el sistema de bienestar social se está derrumbando.

Se va desmoronando piedra a piedra como la Muralla de Zamora, que también en estos días ha vuelto a dar la voz de alarma con pequeños derrumbes en distintos lugares, achacables, ¡cómo no! , a la climatología. La lluvia de hoy. La pertinaz sequía de antaño.

La misma lluvia que libera cuestos abajo piedras de gran tamaño en la carretera de Fermoselle a Portugal, o que se lleva por delante otra vez el «malecón» de Camarzana con la crecida del Tera.

La misma lluvia que se ha llevado por delante las expectativas de negocio de la Semana Santa y grande de Zamora para los pequeños empresarios, que siguen mirando al cielo como los campesinos, pensando que es el designio divino o el de las nubes el que les va a sacar de la crisis.

Claro que, a falta de responsables, no queda más que mirar al cielo. Incluso rezar.

Pero hasta el cielo parece tenerlo claro. Y ha decidido que «tiene que llover a cántaros», para arrasar con lo que queda del viejo sistema. Lo cual, unido a los Cristos, acostumbrados a que los saquen para paliar la pertinaz sequía, está desbordando ríos y riberas, y se está llevando cuestos abajo todo lo que se construyó artificialmente para alentar intereses y vanidades: Cuestos de la Mota, Muralla de Zamora, malecón de la Habana -perdón- de Camarzana, y piedras aquí y allá.

Como tú, piedra pequeña, como tú, piedra ligera, como tú. Como tú que no has nacido para ser, ni piedra de una lonja, ni piedra de una iglesia...

Como Nines, piedra de toque en tiempos de tormenta. Como tú.