Es fácil hacer leña del árbol caído. Fácil y frecuente. Aunque eso, a veces, no sirve para nada, hay asuntos en los que unas cuantas astillas sí conviene sacar. Para aprender de los errores. Para practicar el sano ejercicio de la depuración de responsabilidades, sobre todo cuando se trata del manejo de dineros públicos. Y porque la acumulación de anécdotas construye categoría y esta nos ayuda a conocer mejor la realidad que nos rodea y por qué ocurren ciertas cosas que no deberían ocurrir.

El destino soñado de una buena porción de los políticos de nuestra región era la presidencia, o en su defecto un asiento en el consejo, de una de las dos grandes cajas. Yo porque no tuve oportunidad, me dirá, con razón, algún lector. Más de uno y una se derretía e iniciaba guerras, pensando en poder optar a la presidencia de la gran caja de la que se nos habló. El músculo financiero de la región, nos repetían en un extremo y en el otro, políticos y sindicatos. El músculo financiero, sonaba redondo. Como para imaginarse un bíceps con el porte de un roble centenario pero fresco aún.

De roble portentoso a árbol caído en un solo paso. En un abrir y cerrar de ojos, el potente músculo financiero quedó en pequeña verruga, fea y mal colocada que nadie quiere. Cosas de la vida. Pero no oímos grandes críticas. Ni en el parlamento regional entre bancadas, ni los sindicatos atacan a los gestores por su ineficacia, incapacidad o ineptitud? Ni siquiera en los medios de comunicación nos enseñan las fotos de quienes han regido los destinos de las entidades hasta el colapso total. Son cosas curiosas de verdad.

Es lo que ocurre a menudo cuando se desarrolla un sistema en el que la democracia es solo una estructura formal de la cual colgar reglas y comportamientos nada democráticos. Los partidos y los sindicatos se reparten los puestos, sobre-sueldos e influencias y, como se trata de una máquina de repartir dinero, los medios de comunicación, cada vez menos medios de información, saben que si cuentan ciertas cosas sus ingresos publicitarios se hunden, y viven de ellos, no de los lectores.

Algo conozco, como espectador externo medianamente informado y también porque durante un tiempo, hace años, fui miembro, por decisión política, de la Asamblea General de una de las cajas ahora hundidas. No pude aspirar al consejo o a ningún otro órgano de gobierno, eso se cocina de otra manera, lo sabía y ni lo intenté. Y ello a pesar de que amablemente a mi llegada me pidieron un curriculum. En él ponía que entre otros estudios he cursado un máster en dirección de empresas con especialización durante el segundo curso en gestión de entidades financieras. Evidentemente eso no aportaba nada a las necesidades directivas. Y ni yo lo dije, porque hubiera dado lo mismo, ni nadie miró nunca aquel papel. Otros sí estuvieron o siguen estando. ¿Responsabilidades por la quiebra?

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