Se siguen llenando las bocas de la palabra municipalismo pero los únicos a los que no dejan opinar es precisamente a los representantes directos de los municipios. La Junta de Castilla y León y las diputaciones se dan cien días para encontrar el camino adecuado para la reforma de las administraciones que se supone va a solucionar, al menos en parte, la hiperinflación de estamentos administrativos que reina en España.

En las últimas semanas había surgido una apariencia de conflicto entre el ejecutivo autonómico y los que se han llamado los barones provinciales, en torno al alcance del proyecto legislativo planteado en Castilla y León a tal efecto.

Y yo creo que no están siendo leales con los ciudadanos. En una comunidad tan escasamente poblada como la nuestra y con una inercia poblacional desoladora provocada por el envejecimiento, sobre todo en las áreas rurales, si de verdad se quiere racionalizar no hay que poner el foco de atención tanto en ver cómo se le restan competencias, capacidades, autonomía y recursos a los ayuntamientos, sino en si tiene algún sentido que en las nueve provincias se repliquen delegaciones territoriales de la Administración regional y diputaciones.

Lo he escrito en más ocasiones y vuelvo a reiterarlo. Los dos únicos ámbitos administrativos naturales y que como tales se repiten en todos los sistemas y en todas las naciones desde hace cientos de años es el nacional y el local. Provincias y comunidades son instrumentos creados a conveniencia para una teórica mejor gestión, pero ambas, por eso mismo, son perfectamente prescindibles en aras a la austeridad. Es en estos dos escalones administrativos donde verdaderamente se dan múltiples duplicidades en cuanto a competencias y eso, en épocas de vacas flacas, no debería ser permitido.

El problema es que, por poner un ejemplo en Zamora, quienes tienen el control político, es decir los mandatarios del partido mayoritario, ocupan los puestos al frente precisamente de esas dos administraciones. El presidente del partido es a la vez presidente de la Diputación y el delegado de la Junta a la vez secretario provincial del partido. En otras provincias ocurre algo parecido, sobre todo en la coincidencia en la misma persona de las presidencias de partido y Diputación.

Perdonen mi poco optimismo con respecto a lo que se va a conseguir. Será faena de aliño, se escenificará un gran acuerdo en el que, ensalzando al municipalismo, los grandes olvidados y damnificados van a ser, una vez más, los ayuntamientos.

Pero será un proceso fallido. Más tarde o más temprano, los acontecimientos obligarán al sentido común. Los ayuntamientos y su agrupación en mancomunidades o como lo quieran llamar tendrán que asumir el papel protagonista en beneficio de sus ciudadanos y las diputaciones desaparecer o convertirse en la estructura periférica de la comunidad autónoma. Muchos dirigentes se opondrán a perder el control político de ciudadanos y alcaldes que ahora quieren reforzar, pero la libertad suele terminar por imponerse.

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