Me cuentan que alguno de los maravillosos frescos que iluminan la iglesia de María Auxiliadora, a quien por cierto tengo una gran devoción, muestra cierto deterioro a simple vista. Sería una pena que se dejaran perder y que la humedad, el paso del tiempo, la falta de recursos y no sé si tanto la desidia, acabaran con una obra hermosa de la que a día de hoy todavía nos sentimos orgullosos todos los zamoranos, especialmente los feligreses y los devotos de la Virgen Auxiliadora. De momento nada apunta a su restauración inmediata. Mucho me temo que la crisis condicione la actuación. Y, repito, sería una verdadera pena.

Mi amigo Pedro San Martín ha encontrado la solución. Me llamaba el otro día para advertirme del desperfecto observado ya por tantos fieles, haciendo hincapié en la necesaria actuación de Patrimonio, de Cultura, de ambos o del ámbito al que corresponda. Con mucha gracia me hizo una observación que no debemos echar en saco roto. Si no se procede en breve a la restauración del fresco, que venga Cecilia Giménez, esa venerable anciana de 81 años, natural de la localidad zaragozana de Borja, que ha dado la vuelta, de unas pinceladas, a la imagen tradicional del Ecce Homo de su pueblo, necesitado de una urgente restauración.

Lo cierto es que la buena señora ha puesto al pueblo de Borja en el mapa. Ha sido pasto de la prensa nacional e internacional. Ha sido musa en la red y entre los pasteleros patrios. Ha logrado inmortalizar la versión siglo XXI del Ecce Homo y ha conseguido llenar de turistas su pueblo. Por ahí ha cogido el bueno de Pedro la cuestión. Lo que no consiguió Luisja con su «Zamora líquida» y otras «liquidaciones» que están en la mente de todos, es decir, atraer al turismo nacional e incluso internacional, lo puede conseguir doña Cecilia si se la invita a participar en esta particular mesa del Señor, dejando su visión del fresco para la posteridad. Estoy convencida del esperpento, pero también estoy convencida, si lo sabemos vender bien, de la repercusión. Zamora sería noticia durante unos meses y también nosotros empezaríamos a figurar en el mapa, por lo menos en el internacional.

Además, la actuación de la buena señora estaría marcada por su «muy buena fe» y tratada «con la mejor intención del mundo», sin duda muy en consonancia. Lo lamentable, claro, sería el resultado. Porque visto lo visto, Virgencica, que el fresco se quede como está. Así y todo se podría invitar a doña Cecilia para que dé su opinión, pero solo eso. No vayan a llevar a cabo la ocurrencia de Pedro San Martín y acabe siendo peor el remedio que la enfermedad. De vez en cuando hay que ponerle una chispa de sal a la vida y pintar sonrisas donde solo hay muecas de disgusto. En eso mi buen amigo Pedro es genial.

Fuera de bromas y de ironías, a ver si de esta forma se logra hacer recaer la atención de aquel ámbito institucional al que corresponda, Iglesia incluida, sobre el fresco objeto de esta denuncia amistosa y sin más trascendencia. Porque, de otra forma, seremos un grupo de ciudadanos, y a título particular, los que nos encarguemos de invitar a la «restauradora» de Borja para que eche un vistazo a los frescos y así fijar la atención de los medios nacionales y extranjeros en una nueva empresa pictórica con la vitola de esta maña internacional. Menos es nada.