Tanto monta, monta tanto, recordando la célebre frase lapidaria de los padres de la primera y gran unidad nacida de aquel semillero de reinos desarrollado a lo largo de siglos y de cuyo mercadillo poco hemos sabido aprovechar, porque hemos vuelto a las andadas como suele repetirse en nuestro lenguaje con frecuencia y sin duda porque somos muy reacios a conocer nuestro pasado y a sacar las oportunas conclusiones de cara al futuro inmediato.

Recientemente Miranda do Douro y Torregamones, Torregamones y Miranda llegaron a un feliz acuerdo y aquel edificio que señalaba el paso fronterizo que se conocía como la aduana se ha convertido por común acuerdo en centro conjunto para, en él y desde él, ofrecer ese variado y rico conjunto de valores de uno y otro lado. Los dos pueblos tienen una visión muy clara de futuro y han sabido convertir la línea que tristemente nos ha mantenido separados durante siglos en la línea de acercamientos y contactos que cierran la triste etapa de una separación que solo ha beneficiado a los que la mantenían desde lejos. Torregamones y Miranda tendrán en esa puerta abierta un escaparate permanente de esa riqueza artesana que de un lado y de otro quiere darse a conocer primero y después volar alto y lejos porque ambos tienen cotas muy altas para escapar a las pequeñeces y las miserias que una absurda separación ha mantenido a ambos pueblos.

Corren tiempos nuevos y a ellos hemos de ajustarnos si no queremos correr esos riesgos que otros caprichos en lejanos tiempos pasados nos condenaron a la situación vivida y que hoy se anuncia con toda sencillez y naturalidad como no puede ser menos cuando la casa es común y la geografía además de tener sus leyes y reglas, cuando éstas se vulneran se suele pagar muy caro y hasta esto nos sobran tristes experiencias.

Desde el Cerro de los Chiviteros, con los restos de la fortaleza y con una panorámica cargada de atención y de historia, parece mirarse a la misma altura con la Catedral de Miranda, que parece esperar la llegada para disfrutar de su encanto, de la belleza y los recuerdos que para la historia de unos y otros tiene, y para los zamoranos en concreto sus recuerdos de Gregorio Fernández, en cualquier parte surgen las cosas comunes, de un ayer que malograron los de arriba y han sufrido como siempre los de abajo, ya es hora de que estos digan basta de fracasos y vamos a luchar y a trabajar juntos.

Lo que fue aduana de Torregamones se convertirá afortunadamente en un centro conjunto que ofrecerá todas esas bellezas y atractivos que los pueblos trabajadores ofrecen siempre con la seguridad de que nunca defraudan y siempre están mejorando en todos los aspectos.

Sentimos una gran satisfacción porque aquellas asociaciones de Amigos de Zamora y Amigos de Portugal zamorana hoy, al cabo de sus treinta años, hay un hecho que bajo otras sintonías parece recuperar aquel abandonado legado cultural.

Bienvenido sea el acuerdo entre Torregamones y Miranda, estamos en otros tiempos y lo sabio y acertado es aprovecharlos, adelante y enhorabuena por ir hacia adelante.