Anda la Junta a la carrera buscando el beneplácito de los ayuntamientos a su plan de ordenación territorial basado en los distritos, una especie de cabeceras de comarca donde se concentrarán los servicios sociales, sanitarios y administrativos. Juntar en una tierra tan extensa -Castilla y León es la región más amplia de Europa, mayor que muchos países europeos, incluido Portugal- es tarea ardua, muy complicada y por eso se ha tardado tanto en tomar decisiones. El zamorano González Vallvé fue el primero desde el poder que habló en serio de la necesidad de achatar el mapa administrativo de la región, salpicado por más de dos mil municipios. El Gobierno regional miró para otro lado. Entonces no interesaba: revolver la sopa en tiempos de bonanza no es políticamente correcto.

Ahora sí, ahora es una necesidad. Se han cambiado las tornas, lo que se lleva es sacudir la alfombra para que suelte lastre. Unir para sobrevivir, ese es el lema. Los municipios con pocos habitantes no son viables. Y no lo son porque si lo que se pretende es la autogestión, mal lo tiene quien no puede recaudar por falta de gente. Hay que ir a unidades administrativas más grandes, más baratas.

En principio, unir desde los despachos es viable. Es aplicar lo que ya funciona, potenciar aún más las cabeceras de comarca y los núcleos de población más grandes, que los secretarios no pasen sus horas de trabajo en las carreteras, de pueblo en pueblo. Hay que mancomunar servicios, potenciar las agrupaciones, caminar del brazo con proyectos conjuntos.

¿Pero qué hacemos con el paisano que no quiere salir de su pueblo? Mayor, con pocos medios, pegado a la tierra, nadie lo mueve de donde nació. Para él ir al médico a la localidad de al lado es una odisea. Una vez escuché decir a un presidente de la Diputación que saldría más «barato» pagar la estancia en el Parador de los pocos vecinos que tienen muchos pueblos, que arreglarles carreteras y prestarles los servicios mínimos. Pero a nadie se puede coger en volandas y llevarlo al pueblo de al lado. Así son las cosas. Por eso no es fácil la tarea de reordenar el territorio. Para quien lo consiga, un premio.