El sábado me moría de risa y hoy de pena. El sábado mi primo Pepe tenía un día inspirado en una comida familiar y hoy un entrañable amigo, Felipe, se iba de forma sorprendente, cuando parecía que había encontrado un sitio especial en el lugar de las ensoñaciones.

Es curioso el asunto este de la vida y de la muerte. Es tan próximo que parece que viven adosados, pegados como la piel de esos chalés de medio pelo en los que te despiertas cuando el vecino suspira.

En los viejos molinos de Grumalo de mi bisabuelo Antonio, mi primo discutía con Isabel, su mujer, de las cosas de una tal Anne Germain que contacta con los espíritus para darnos noticias del más allá. Decía mi primo, yo creo que con razón, que todo es un bluff, que si un pariente del más allá quiere algo, llama directamente a nuestra puerta, sin necesidad de intermediarios.

Mi prima sostiene que los amigos del otro mundo prefieren comunicarse por la videoconferencia que oculta la mente de Anne. Incluso desea ir a un programa para ver si le sale alguna «presencia».

Dos criterios muy distintos. Más razonado el de mi primo. Más visceral, más de intuiciones y emociones el de mi prima. Porque al argumento de mi primo de que la señora Anne es una tía lista que por tus gestos y reacciones lee casi lo que piensas, mi prima no podía argumentar nada.

La prueba del nueve la encontró mi primo en un viejo proverbio chino, que en realidad yo creo que es un nuevo pensamiento filosófico suyo, que decía: «El listo vive del tonto y el tonto de su trabajo»?

Abonado a esta teoría, también creo con mi primo que Anne no se comunica con nadie. Anne conduce sus adivinanzas por los vericuetos de nuestros gestos y emociones. Confieso que a mí una de estas sesiones me impactó. Pero la teoría de mi primo me ha convencido. Además, en el caso de que alguna «presencia» se pusiera en contacto con mi prima, cómo se iba a comunicar con Anne. Sus antepasados hablaban español y esta señora es inglesa, o de algún lugar de por ahí arriba.

Si lo de Anne fuera completamente cierto, sería magnífico, porque le preguntaríamos a la «presencia» de mi bisabuelo dónde dejó una maldita olla con monedas que nos trae a mal traer.

Estoy seguro que el año que viene los López volveremos a debatir sobre estas cuestiones. Lo triste es eso, que mientras unos debatimos y reímos junto al río entre los granos de una paella con colorante y todo, otros sufren los rigores de la muerte.

El entrañable Felipe había venido al pueblo a pasar unos días. José, su hijo, tenía enormes ganas de que viera sus cosas: el huerto, los manzanos. Pero su corazón no resistió. Su corazón, que siempre estuvo aquí, ya estaba en otra parte.

Con toda probabilidad los hermosos cuadros que pintaba tomarán una dimensión nueva para todos los suyos. Todo toma nuevas dimensiones y tonos cuando la desgracia nos visita.

En este verano que acaba de arrancar en mi Sanabria parece que este año no iba a haber lugar para la bofetada y ya lo ves, casi antes de empezar ya tenemos que darnos cita en el cementerio. La dictadura de la vida es una carga que a menudo pesa demasiado. Gracias por hacernos felices a mis primos Pepe e Isabel y gracias a Felipe por habernos dado su amistad tantos años. La iglesia en la que no pudo entrar toda la gente, fue testigo mudo de su paso por este mundo como un hombre de bien.

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