Sinceramente, desconozco si alguno de los inversores de esta tecnología goza de estas amistades, aunque entre los más de sesenta y dos mil existentes, es probable que alguno haya cenado en la Moncloa. Pero la realidad es, como nos decían en la facultad, que el empresario está en el mercado para ganar dinero, otra cuestión son las sinergias unidas a este principio (trabajo, empleo, medios materiales, administración,?) y, en este caso, las condiciones económicas las pone el Boletín Oficial del Estado.

Difícilmente puede considerarse especulador al inversor de un proyecto a veinticinco años, o denominar «caza-primas» a quien invierte de conformidad con la regulación estatal, a no ser que se obedezca más a criterios de formación de la opinión pública en vez de a simple información periodística.

El mercado eléctrico puede compararse con un queso en el que cada tecnología tiene su trozo. Al ser un sector regulado por el Estado, cada pedazo tiene nombre y apellidos: la porción de los productores de hidráulica, la cuña de los productores de gas, el pedazo de la térmica de carbón? y, finalmente, el correspondiente a las energías renovables.

Si la última década ha sido la de la expansión de las energías renovables, con el caso de la fotovoltaica como máximo exponente, más importante ha sido el desarrollo de las centrales de gas, los llamados ciclos combinados. Los ciclos combinados, que queman combustible fósil, no existían en el año 2000 en España y en 2010 superaban los 23.000 MW instalados. De no generar electricidad han llegado a generar más del 30% de la electricidad nacional. Ahora, con una demanda eléctrica en disminución y una evolución importante de las energías renovables, aunque se parase toda la eólica y la fotovoltaica, las centrales de gas -repito, energía fósil que tenemos que importar- funcionarían a la mitad de su capacidad. Alguien se está quedando sin su porción de queso.

Como vemos, hay más gas del necesario (hay quien interesadamente argumenta que también hay más renovables de las necesarias pero las renovables no han cumplido siquiera su objetivo a 2010). Las centrales térmicas tienen que quemar, obligatoriamente, carbón nacional, también fósil y altamente generador de CO2. Hay, pues, mucha potencia instalada y poca demanda eléctrica. Esto se traduce en lobbies que, con su publicidad, sujetan en tiempos de crisis muchas cuentas de resultados. Se traduce en tertulianos con conocimientos mínimos del sector eléctrico formando la opinión interesada de los actores con mayor poder económico. Y se traduce, al final, en frases como «los fotovoltaicos que nos roban» o «los timos de la fotovoltaica».

Hace siete u ocho meses, saltó una noticia a la opinión pública de gran impacto mediático: «En Castilla y León existen empresarios de fotovoltaica que producen con grupos generadores por la noche». El desmentido que tuvo que realizar la propia Comisión Nacional de la Energía no tuvo ninguna repercusión mediática y, en el imaginario colectivo, quedó la idea de «la fotovoltaica que produce de noche».

¿Alguien ha oído que las grandes presas siguen cobrando dinero en concepto de amortización? ¿Alguien ha oído hablar de los Costes de Transición a la Competencia? ¿Alguien ha oído hablar de los beneficios caídos del cielo para la nuclear, con costes bajos que cobran el precio máximo que marca el mercado? Todos estos conceptos corresponden al dinero que cobran las grandes compañías eléctricas y que suponen el otro 50% del déficit de tarifa que no son las renovables. Un déficit de tarifa que se generó cuando las energías limpias del régimen especial tenían un peso ínfimo en nuestro mix energético.

No se dejen engañar. No existen timadores, ni ladrones de energía, sino muchos intereses económicos encontrados y una mala regulación sectorial por parte del Ministerio de Industria. Existen grandes empresas que ven como su porción del queso se va reduciendo y tienen que amortizar inversiones que, libremente, han llevado a cabo. Grandes contratos a largo plazo de suministro de gas firmados en el exterior que se tienen que pagar aunque no se consuman (contratos «take-or-pay»). Comunidades autónomas que buscan su prevalencia en el sector energético. Y ciudadanos que no saben lo que cuesta realmente la energía que consumen, pero a los que, convenientemente, se les busca un culpable a quien señalar.

Finalmente, un apunte, las nuevas plantas de producción eléctrica con tecnología fotovoltaica que se instalen a partir de junio de 2011, nos salen más baratas que comprar gas a Argelia, unos veinte euros por megavatio menos. Ese es, en el fondo, el verdadero problema al que se enfrenta la fotovoltaica?