Cuando hace unos días en el canal 4, nuestra televisión autonómica, me preguntaba Eva Araujo, la entrevistadora, después de haber hablado de mi libro publicado que lleva por título «Roelos, un pueblo, nuestro pueblo», que diera algunas pistas sobre el mismo y sobre todo las razones de cómo y porqué se escribió, respondí muy sencillamente: porque todos quisimos. Existen unas que son materiales como las realidades que se describen: caminos, charcas, paredes, edificios, animales, árboles, y hay otras mucho más profundas y verdaderas como son el deseo de comunicación, el ejercicio de la libre expresión, deseo de admirar, disfrutar y recrearse en un pasado, generar una sensación de serenidad, bienestar, goce interno, plenitud, estado de buen ánimo y cuya lectura revierta en todos en un quedar prendados de la obra hecha que viene de prendido, agarrado, enganchado, enamorado. Quien lee que vuelva a leer, lo disfrute y vuelva a sentir un gozo grande que le llegue al alma. Y para ello una regla de oro. Busquemos y digamos lo bueno, lo constructivo y lo positivo.

He tenido ocasión durante cinco años de reflexionar, desde la madurez de la edad y las experiencias universales adquiridas con la visita a unos 50 países en cuatro de los cinco continentes y haber hablado con personas de múltiples creencias, ideologías militancias, sobre lo mismidad, la sustancia de un pueblo, de lo que le constituye como comunidad de personas, que viven en un mismo entorno, se relacionan con frecuencia, comparten vida, trabajo, conversación, compromisos, alegrías y penas. Escucho voces que me achacan de idealismo. Pero no se me niega que las cosas no sean así. Desde mi reflexión yo sitúo la regeneración de nuestra sociedad en el retorno a las comunidades en las que podemos tener raíces, tronco y ramas. Postulo en una palabra repoblar los pueblos con la propias gentes que en otros tiempos por motivos de estudio, trabajo u otros nos fuimos, integrando amigos o conocidos que no tienen o no tuvieron pueblo. Constituir esas comunidades de vida ya heterogéneas, nunca iguales a las anteriores, ricas en experiencias variadas, que tienen la voluntad de compartir, aportando su nuevo conocimiento y experiencia con humildad y sencillez, sin ser nadie más que el otro.

Mi libro, nuestro libro del pueblo, es una reflexión conjunta de más de 150 personas que se deciden a escribir o a dejar que otros escriban sobre ellas. Es un rememorar sus vivencias y creencias. Es un compartir lo mejor de ellas mismas. Es un intento de que no mueran muchas cosas. Cuando pensé seriamente en la obra tras una conferencia por invitación de la Corporación Municipal con ocasión de la fiesta de la amistad, lo primero que me vino a la mente fue que para crear la obra debía creer en todos. Nadie es incapaz de escribir contar algo si se lo motiva, anima y estimula. Y no pocas veces en los pueblos, los que menos hablan alto, son los que más saben. Y así surgieron capítulos y apartados en los que se relatan las vidas de aquellas personas que buscando un mejor puesto de trabajo diferente al de sus padres, impulsados a veces por los maestros o curas, se fueron a estudiar y encontraron un lugar en las fuerzas de seguridad, la docencia, la medicina u otras actividades. Hasta 54 vidas ejemplares. Y aparece esa nota de superación, esfuerzo, austeridad, tesón, responsabilidad que caracteriza en gran parte a nuestras gentes. Ejemplos vivos para generaciones actuales y venideras. Y siempre unos padres y hermanos muy sacrificados que se privaban hasta de lo necesario para que quienes habían ido al estudio siguieran adelante. Y el ejemplo de los estudiantes quienes volviendo en los veranos trabajaban duro en el campo. Nada de señoritos. Paradigmas de buen hacer a quienes se les puede proponer como modelos. Como es obvio en un pueblo, pueblo de ganaderos y labradores, no podían faltar páginas dedicadas a los mismos, sus costumbres, sus penalidades, gozos y esperanzas, sus realidades actuales. Los Bandos de los alcaldes constituyen igualmente otra fuente de formas de vida en cada pueblo. Se convoca y comunica a todos tanto a trabajos comunales, como a fiestas, excursiones, cursos, revisiones de tractores, ferias, horarios de autobuses, médicos o veterinarios, romerías o pagos de impuestos. Es la articulación de la vida comunitaria. También Las crónicas publicadas en «La Opinión-EL CORREO DE ZAMORA» constituyen vivencias de pueblo muy importantes que bien recopiladas permiten revivir momentos interesantes.

No hay duda de que la vida en torno a la Iglesia ha jugado en los pueblos un tiempo y espacio importantes. Su explicación, orígenes, cofradías restauraciones, llenan muchas páginas y los nombres de nuestros tatarabuelos suman varios cientos. Todos pueden ser reconocidos y recordados por alguien. En palabras del Delegado del Gobierno en Castilla y León presente en la Presentación del libro es la memoria escrita de un pueblo que fue y que es, una expresión de la libre formulación de lo que es un pueblo. Y los del pueblo leen y releen las cosas suyas y las de los otros, con goce y aprovechamiento. Y de pueblos zamoranos me llega la pregunta: ¿Qué podemos hacer para, en palabras de la Subdelegada del Gobierno Sra. Pilar de la Higuera recoger tantos datos y hechos de un pueblo tan pequeño y ofrecer tanta y positiva lectura? La respuesta es fácil. Como Roelos hay en Zamora otros 380. Todos y cada uno con su buena gente, su gran pasado y su hermoso futuro. Sé precisa que uno crea en todos y crearán su obra .