En estos tiempos de la ortodoxia política, de lo políticamente correcto, del que se mueva no sale en la foto, los heterodoxos son casi una especie a extinguir en el abigarrado mundo de la política y sus aledaños, donde lo que más abunda, junto a la mediocridad, es lo que está mandado, la rutina impuesta y acomodaticia, los códigos de convivencia y supervivencia, pudiéndose casi contar con los dedos los que representan la excepción de la regla y cada vez menos.

Y para heterodoxia y agallas en su estilo más puro, aunque no represente genuinamente una sorpresa, las declaraciones de Esperanza Aguirre cuando anunció que estaba dispuesta a poner a trabajar a dos tercios de los liberados de los 3.500 aproximadamente que los sindicatos mayoritarios mantienen en la administración de la comunidad autónoma madrileña. Unos dos mil liberados, que se dice bien, a los que la presidenta de Madrid va a reincorporar a sus puestos de trabajo, lo que supondrá un ahorro de 70 millones de euros, que los sindicatos también han de cooperar a los planes de austeridad. Su decisión, apoyada formalmente por su partido, y ceñida en todo a lo que marca al respecto la ley, pretende impedir, según se ha explicado, que con el dinero de los contribuyentes se pague una oligarquía sindical. Y es que para muchos resulta inadmisible que cuando se recorta el sueldo de los funcionarios y se congelan las pensiones, existan en España, según los últimos cálculos que se manejan, puede que unos 50.000 liberados sindicales, una cifra escandalosa y mucho más en los tiempos que corren.

Las reacciones, lógicamente, no se han hecho esperar. Los del PSOE han calificado la medida de impresentable, asegurando que significa un ataque frontal a los trabajadores. Desde luego, tienen razón, nada más que a una heterodoxa se le puede ocurrir que los trabajadores trabajen. Solo el secretario de Estado de la Seguridad recordó que no se va recortar ningún derecho sindical. Y por parte del PP, aprobación total a las medidas de Aguirre, con un Rajoy que adelantó su intención de pedir reuniones con los sindicatos, se supone que cuando llegue a La Moncloa, para ver si es necesaria tanta gente para ejercer esas funciones. Una opinión que sin duda secundan una gran mayoría de los ciudadanos, a los que indigna una situación que ni comprenden ni admiten.

Y luego está la cara oculta de la heterodoxia, como puede ser el caso del presidente Zapatero, aparentemente un izquierdista primando, en buena lógica, las políticas sociales durante seis años que de repente y ante la crisis y ante los dictados de Bruselas va y hace lo contrario de lo que venía predicando y de lo que se supone que debe representar la ortodoxia socialista, y lo hace con la coraza del Estado y lo políticamente correcto. Lo último del zigzagueante presidente del Gobierno es su anuncio de que la reforma de las pensiones se hará este mismo año, pero lo más llamativo es su declaración de que la eventual subida de los impuestos a los ricos será muy limitada, en palabras textuales. Si es que se llega a hacer, que contra los ricos nadie se atreve. Vergonzante heterodoxia.