La península Ibérica ha tenido mala suerte desde la caída del Imperio Romano. De mano en mano como la falsa moneda, ha ido escribiendo una historia gloriosa a través de las potencias por las que ha pasado. Fragmentada, dividida, siempre arrinconada.

Ha contribuido a completar, a mejorar el planeta, sin haber sido capaz de hacer de la casa común la gran mansión Ibérica, una península que ha escrito muchas páginas de la historia y se ha entregado en alma y cuerpo como antes se decía. La Lusitania de la Hispania romana tan Hispania como la Celtiberia o la Bética, la Tarraconense o la Gallecia, cristiana y mora, Condado feudatario de Castilla o Reino como más tarde ha sido objeto de análisis de comentarios, de dimes y diretes tertulianos o de calle, pero nunca el pueblo llano, ese que trabaja, paga y piensa, también vota casi siempre manejado por unos o por otros pero nunca con una visión histórica de futuro, ha tomado cartas en el asunto en serio y convencido de que la unión hace la fuerza, da seguridad y afianza todo lo conseguido.

Los Iberistas, ese grupo de uno y otro lado de la Raya, tristemente marcada un 29 de septiembre de 1864, han pensado y han escrito, pensando en Iberia y el lberismo como movimiento de unidad peninsular en una sola nación. Basta recordar allá por el año 1850 los inicios de Sinibaldo de Mas y su idea de Iberia.

Este fenómeno está vivo, ha estado dormido pero a través de las relaciones a lo largo de la ya celebre Raya ha comenzado a moverse sin excesos pero consciente de lo que hace y de lo que piensa y cuando puede dice. Esto es, además de bueno e interesante, el camino para un buen comienzo y un final feliz.

Don José Manuel Cuenca Toribio en sus «Ensayos Iberistas», nos ofrece en poco más de un centenar de páginas una síntesis panorámica de las personalidades más destacadas y de los argumentos y opiniones sobre los que apoyaban sus tesis, pensando siempre en la unión de ambos reinos. Dudas e incomprensiones, frialdad de uno y otro lado y muchas veces influencias extrañas, siempre interesadas, han frustrado ocasiones perdidas.

Bastaría citar a don Juan Valera para entender cómo nace el Movimiento Iberista en la capital portuguesa mientras el pueblo ignora e incluso no admite tales tesis. Junto a Valera hemos de situar a don Benito Pérez Galdós, don Gregorio Marañón, don Gabriel Maura Gamazo y como final de esta élite a don Salvador de Madariaga, empedernido iberista. Todos ellos conectaron con los más altos niveles de la sociedad iberista, coincidiendo desde los primeros momentos en la idea iberista. Sus juicios y sus opiniones son hoy una interesante fuente de información sobre el tema y meditación sobre el mismo.

En aquel entonces el pueblo ignoraba y negaba tal ilusión, hoy es ese pueblo el que consciente de las ventajas y posibilidades de un Iberismo real y cierto esta dando muestras a lo largo de la ya célebre Raya de esta comunicación, y entendimiento entre ambos.

A lo largo de La Raya de nuestra provincia, lo estamos viendo y palpando cada día. Una muestra más se celebra el próximo día 8 de mayo en la localidad fronteriza de Trabazos en una Romería Mariana donde las Siete Hermanas darán una vez más muestras de la unión que siempre se espera.

Lo que hace un siglo el pueblo despreciaba hoy lo pide y todos lo deseamos. El Iberismo es una fuerza y una situación que Europa espera, como puerta y faro hacia las dos direcciones del futuro con sus avanzadillas en medio del Mar Océano. El futuro nos dirá si sale adelante.