Es terrible que los acontecimientos nefastos que se dan sin freno (gota a gota) no sean terribles. Que mueran cien personas en un accidente de tráfico o de avión es una catástrofe, que lo hagan de una en una durante cien días seguidos no lo es. Lo mismo parece ocurrir con las mujeres que son asesinadas por hombres que en algún momento las amaron.

Desde el principio, y continuando con la costumbre, los chicos son preparados para ser "hombres" y las chicas para ser "mujeres". Para cada sexo tenemos preparado un género, un rol, un papel que representar en la sociedad que, en absoluto, viene marcado por la naturaleza. Mañana nacerán un niño y una niña, y cada uno tendrá su nombre masculino o femenino, su ropita, sus juegos y todo un etcétera que se sucederá en las diversas etapas de su vida donde se remarcará con insistencia su género. Este es el gran error que seguimos perpetuando, esta idiota invención que arrastramos desde tiempo inmemorial. Si hemos logrado llegar hasta la democracia (con todo lo que eso supone a nivel de igualdad) superando el pasado, también tendremos que superar el anquilosado prototipo o molde tanto de hombre como de mujer.

Es, sobre todo, en la educación sentimental y afectiva donde más claramente se observa cómo pergeñamos sentimientos masculinos y femeninos (o antisentimientos en el caso de los machos). Cómo damos rienda suelta a la hombría de los chicos en lugar de atemperar sus hormonas, de educar sus instintos musculares y de dominar la agresividad que luego se convierte en violencia. A su vez, escondemos en un cajón secreto cualquier indicio de "feminidad", es decir, expresión evidente de los sentimientos, de llorar, de dulcificar algunos gestos, de jugar a los juegos típicamente femeninos, de conversar sobre lo que uno siente sin quedar en evidencia.

No voy a decir que es un fenómeno nuevo este de la violencia contra las mujeres, ha ocurrido siempre, igual que ha ocurrido siempre que el hombre fuera preparado para la guerra, o para el conflicto, o para llevar los pantalones en casa, o para el trabajo duro, o para tirar de la familia ejerciendo su poder. Muchos hombres, hoy en día, siguen siendo deshumanizados. Sí, he dicho deshumanizados, en lugar de educarlos en el reconocimiento y expresión de todos sus sentimientos, les marcamos el abismo entre lo que debe ser un hombre y lo que debe ser una mujer. Ya se sabe, los chicos no lloran, tienen que pelear.

Tenemos que poner en tela de juicio ya, todo aquello que atribuimos en exclusividad a los hombres y a las mujeres, y reflexionar sobre su justificación. Por supuesto que nadie piense que está en los genes la cultura de los géneros, no, las aplicaciones masculina y femenina están favorecidas por la sociedad y, a menudo, somos reticentes (muy reticentes) a romper con las costumbres irracionales (sobre todo algunos hombres). Si la mujer está ganando terreno a nivel laboral, el hombre, para dominar al caballo desbocado de su testosterona, tendrá que ganar terreno a nivel sentimental.