Valer de Aliste celebró ayer la festividad de "Los Mártires", San Fabián y San Sebastián, una tradición que ha permanecido viva durante cinco siglos acogiendo a devotos de diferentes pueblos y antaño también a los gallegos que viajaban hacia Castilla por la Vereda de Galicia que pasaba junto a la ermita, a la vera del río Frío.

Fernando Lorenzo Martín ofició la misa tras la procesión alrededor de la iglesia construida en 1961. Una vez acabados los oficios se llevó a cabo la tradicional subasta de las ofrendas realizadas por los devotos.

La cofradía de San Fabián y San Sebastián de Valer cobraba carácter oficial, eclesiástico, en 1549, cuando sus ordenanzas más antiguas conservadas eran aprobadas por el Vicario del Arzobispado de Compostela. Estaban estructuradas en 20 reglas para el "normal funcionamiento de la hermandad" que contaba como cargos rectores con mayordomo, juez y dos abades, los cuales eran elegidos en cabildo general el día de su festividad, 20 de enero, por un año, sin poder renunciar a ello salvo causa justificada, de lo contrario se le imponía una pena a pagar, "el yantar que aquel día se comiere y el Juez lo ejecute".

La hermandad tenía un carácter tanto religioso como social y benéfico. Así lo demuestra el que contaban con dos "Hombres Buenos del Cabildo" encargados de ver las necesidades para poder redimirlas, destinando las existencia de la cofradía a atender a huérfanos, pobres y enfermos necesitados sin remedio".

Para formar parte de la Cofradía de Los Mártires se cobraba de entrada "una cabeza de ganado", dando igual que fuera de "lanar o cabrío" que "sea buena y a contento del mayordomo", además de media libra de cera. Quien no fuera ganadero, ni tuviera corderos y cabritos, pagaba 28 reales.

La hermandad de Valer contaba en 1545 con un rebaño de siete cabras, tres ovejas y un cordero, teniendo un pastor propio para cuidar del ganado desde San Pedro (29 de junio) hasta Navidad (25 de diciembre), día en que se vendía la mayor parte de él para ayudar a los más necesitados.

La hermandad, a principios del siglo XVII, además de Valer, acogía hermanos de pueblos cercanos como Flores, Puercas, Fradellos y Gallegos del Río. Para ser cofrade había unas condiciones, "no ser revoltoso y ser aceptado por la mayor parte del cabildo en el momento de ser propuesto". Allá por 1805 se añadía un nuevo requisito, "tener buenas costumbres, pacífico, cortés, templado en el vino y abstenido de palabra torpes y blasfemias".

Las ordenanzas determinaban "que dos cofrades mandados por el Juez abran la sepultura y lleven las andas a donde está el cofrade difunto y otros cuatro le conduzcan en procesión al lugar del sepulcro" debiendo "rezarse cincuenta padrenuestros y cincuenta avemarías en las honras, vigilia y misa del finado", estando obligados a asistir los hermanos a todo el oficio hasta que recibiera sepultura el cuerpo, bajo pena de pagar media libra de cera". La hermandad habría comenzado a funcionar entorno a 1517. La primera ermita se derrumbó en 1800 y la segunda en 1962 para ubicar en su solar la actual iglesia.