Un paisaje de cráteres -lunares por el tono blanquecino- emerge al suroeste de la comarca de Sayago, en el área de Tamame, Peñausende y Pereruela donde la naturaleza ha alterado las rocas graníticas transformando el feldespato en minerales blancos de caolín y arcilla, únicos en la península. Es la conocida como mina de caolín de Tamame, que comenzó a explotarse a finales de los años 80 y, tras estar en manos de varias empresas, desde el año 2002 lo gestiona Arcillas y Feldespatos del Río Pirón, dependiente del Grupo Samcar.

Lo que en los primeros años de actividad era básicamente una explotación de caolín, ha ampliado sus objetivos hasta transformar toda una gama de productos de aplicaciones diferentes, con la arcilla 35 como producto estrella. "Solo vendiendo caolines no podía subsistir el negocio porque es un mercado muy reducido" precisa Manuel Sánchez, director de la planta de Tamame.

La empresa tiene una concesión de 350 cuadrículas mineras con una extensión de 29 hectáreas cada una. El potencial de explotación supera así las diez mil hectáreas, pero ni mucho menos todo ello es mineral porque existen muchas zonas donde no se ha producido la alteración granítica.

La cantera comenzó con cortas muy pequeñas en un yacimiento "muy complejo". No estamos ante una gran mina uniforme con amplios bancos de donde se extrae el mineral a ojos cerrados. Por ello era necesaria una "una visión más amplia del negocio", abriendo sondeos en frentes extensos y aprovechando no solo el caolín sino las arcillas altas para garantizar la rentabilidad. Actualmente la empresa extrae arcillas en un 80% y el 20% restante son caolines. Y aunque las reservas están controladas para 20 años, "hay que seguir analizando porque muchos terrenos no están analizados ni sondeados; hasta que no abres no sabes lo que te vas a encontrar" explica Manuel Sánchez.

Es el responsable de la planta de tratamiento, donde llegan los materiales extraídos de las canteras, una vez abiertos sondeos y testigos y clasificado el mineral para su posterior análisis químico en el laboratorio. Las peculiares características del yacimiento impiden tener una visión general de la distribución de los minerales. Por ello, "antes de iniciar la explotación hay que ver qué mineral tenemos y en qué zona; es complejo porque cambia de un metro a otro", precisa el responsable de la planta. Y en función de las propiedades en la planta se realizan las mezclas para llegar a la composición final del producto que se quiere fabricar. Una vez extraído el mineral, la zona se restaura eliminando el impacto generado y recuperando su aspecto original.

En cuanto a la producción, la actividad extractiva ronda las 200.000 toneladas anuales aunque este negocio no ha sido ajeno a los años de crisis hasta el punto de que un año no se hizo campaña minera. Por fortuna la reactivación del mercado ha permitido recuperar la explotación aunque sin perder la perspectiva de la investigación de nuevos productos, muchos de ellos a la carta en función de las necesidades del cliente.

"La ventaja de este yacimiento son las propiedades de la arcilla, pero el inconveniente es que estamos donde estamos, con el mercado a 700 kilómetros y eso tiene un coste muy elevado" explica Manuel Sánchez. "Hemos valorado el transporte marítimo pero no era efectivo y con el ferrocarril tampoco puedes contar, así que para hacerlo rentable por carretera hay que aprovechar los retornos". Toda una labor de encaje de bolillos porque de lo contrario sería inviable. Por ello los camiones de gran tonelaje que cargan en la planta de Tamame hacia Castellón han entrado en Castilla con abonos, cementos o cereales.

La diversificación del yacimiento está ligado a un trabajo de investigación que empieza a dar sus frutos, como ha ocurrido con el uso de arcilla caolinítica como coadyuvante en la elaboración del aceite de oliva (Koliva) aprobado recientemente tras el visto bueno de la Agencia de Seguridad Alimentaria. O el blanco natural destinado a la industria agrícola, por ejemplo como absorbente natural en el viñedo para evitar la aparición de enfermedades como el mildiu vinculado al exceso de agua. O el caolín molido para la fabricación de cauchos, plastilinas y hasta alimentación animal.

La arcilla 35, de cocción blanca, se utiliza sobre todo para la industria cerámica, como un aditivo en porcentajes muy pequeños para fabricar pastas que dan una resistencia mecánica y una plasticidad bastante apreciada en el mercado de Castellón, donde se concentran los atomizadores de cerámica. Aunque el destino de buena parte de la arcilla blanca de Sayago es el Levante, indirectamente buena parte del mercado parte desde allí al exterior.

La empresa Arcillas y Feldespatos Río Pirón sitúa también sus miras en el aprovechamiento de la mica para obtener un mineral "de mejor calidad, más puro; estamos intentando potenciarlo" precisa Sánchez. "Es un mercado de pequeñas cantidades pero muy exquisito, que tiene utilidad desde en pinturas, cosméticos, plásticos y otras muchas aplicaciones". También salen productos geotérmicos para instalaciones de viviendas.

Una mina a pleno rendimiento con un gran futuro por delante.