Antonio Garrote y Aníbal Fernández son dos vecinos de Cibanal que siguen fieles, como gran parte de los residentes en el medio rural, a mantener un huerto con todos los cuidados y atenciones. Pero en el caso de Garrote lleva más de una década ligado a la producción de soberbios ejemplares, piezas que llaman la atención por la magnitud y las dimensiones alcanzadas. Aníbal Fernández, por su parte, suele causar sensación por conseguir sacar adelante pimientos fuera de lo normal, pero admisibles. Este año con unidades "de 650 gramos" que impresionan "por el grosor", más que por el tamaño. Es un producto que lleva a la mesa y que deja a los comensales a plena satisfacción.

Una de las calabazas cosechadas por Antonio Garrote dio en la báscula un peso de 78 kilos, que obliga a emplearse a dos personas para cargarla en el tractor y llevarla para casa. Bastan unas pocas calabazas para que el remolque diga basta en cuanto a capacidad. En su caso, estos magníficos productos van a la mesa, pero del ganado, que lo devora con la misma fruición que si fuera una exquisitez. "Los animales están encantados" expresa Alberto Fernández.

Ambos cultivadores llevan en la sangre el hecho de no utilizar otros abonos que los llamados ecológicos, y que ellos definen, como toda la vida, "de naturales". Antonio Garrote tiene su particular método. Consiste en echar el abono de las ovejas "en un bidón con agua y dejarlo fermentar". Naturalmente, el laboreo del huerto conlleva todas las atenciones de las parcelas bien despejadas de hierbajos, de suelos volteados para que la tierra esté en plenas condiciones de fertilidad y las semillas encuentren en este santuario hortícola la comodidad y el desarrollo soñado. También marcan su estado las condiciones climatológicas reinantes. Este año los dueños debieron adelantar un poco la recolección para evitar males.

Famosas en la zona

El huerto de Antonio Garrote llama la atención desde el mismo momento en que aparecen a la vista ejemplares que rompen toda normalidad. Por la trayectoria y los resultados sus cultivos son ya "famosos" en la zona. Son productos que alcanzan estos niveles porque lo llevan en la semilla o en los genes. Fueran adquiridos de raza gigante, y en la primera explotación causaron sorpresa. Sin embargo, este amor al gigantismo hortícola ya se va extendiendo y otros agricultores de la provincia también han apostado por sembrar y recoger esta clase de calabazas. Hay robos, pero de momento estas espectaculares figuras de la huerta se salvan porque llaman más la atención por su porte que por su valor gastronómico y económico en los mercados. Quienes las cultivan y recogen sienten la satisfacción del trabajo bien hecho y de la afición cumplida.