Durante los cinco años que me ha llevado la investigación documental para completar mi libro sobre el monasterio de Moreruela, son muchas las veces, yo diría que la mayoría, que la aparición de un documento viene a desmentir lo que la gente creía, simplemente, porque lo decía la leyenda popular sobre el tema al que se refiere la documentación hallada. Una vez hecho público el documento, la leyenda deja de ser la verdad y si no es verdad, es que es otra cosa.

Esto ocurre con el expolio de las piedras que formaron el monasterio de Moreruela que hoy día lucen algunos edificios de la zona, fácilmente identificables pues llevan la firma del maestro cantero que las trabajó; por lo tanto, fácilmente denunciables. Es difícil creer esta leyenda pues en aquellos tiempos era constante la amenaza de excomunión por parte de la iglesia ante cualquier ataque o falta contra ella. Sólo conocemos que se produjera una denuncia y por causa bien justificada:

Al retorno de la primera exclaustración, en el año 1814, los monjes denunciaron a Pedro de Vega, vecino de Granja de Moreruela, por haber tenido el atrevimiento de cercar un prado de su propiedad con los 500 carros de piedra que la comunidad tenía preparados para componer y reformar la cerca que cerraba su clausura.

Seguramente que habría varias causas para fomentar la leyenda. Una de ellas sería la falta de información. Otra pudiera ser el abandono en que, aparentemente, quedó el monasterio después de la desamortización, aunque no fue así pues pasó a manos privadas casi de inmediato. También podemos considerar entre ellas las ganas de los granjeños y comarcanos por perder de vista a los monjes que se resistieron a salir del claustro y no se marcharon hasta recibir la tercera orden de exclaustración. Suponiendo que si los frailes volvían tratarían de instaurar otra vez las leyes medievales de las que habían gozado durante los 600 años de estancia en Moreruela, tal vez pensaron los paisanos que destruyendo el edificio, ya no regresarían, pero no fue así. No olvidemos que las relaciones y obligaciones de dichos vecinos o vasallos con el monasterio eran muy duras por lo que serían muchas las ganas de verse libres del yugo al que estaban sujetos con dichas leyes.

Recordemos algunas de ellas:

El monasterio de Moreruela tenía sobre los vecinos o vasallos de Granja de Moreruela (antigua villa y granja de Santa Eugenia), aparte de los foros (alquileres) sobre todo el término y viviendas, entre otros, los derechos siguientes:

„La jurisdicción civil y criminal, mero y mixto imperio sobre dicha villa de la Granja de Moreruela y el término redondo que constituía la abadía.

„ Elegir alcalde mayor de dicho monasterio en toda la jurisdicción del monasterio.

„ Derecho a percibir todos los diezmos de cualquier calidad que fueran, más el beneficio curado que también era suyo.

„ El monasterio gozaba de la treintena parte de cualquier posesión que se vendiere de la dicha villa.

„ Todos los vecinos pecheros excepto los alcaldes ordinarios debían de pagar al monasterio dos yeras personales en cada año el día que se les llamare.

„El concejo de Granja en reconocimiento de vasallaje, estaba obligado a dar un yantar cada día de año nuevo a dicho monasterio o seiscientos maravedíes si dicho convento no lo quisiera recibir en especie.

„La abadía podía, también, tomar en la dicha villa las jumentas de que tuviera necesidad para su servicio, pagando el precio que valieran por el tiempo que las usasen.

Al producirse la exclaustración de los monjes por la ley desamortizadora, los expertos provinciales no valoraron la arquitectura y belleza artística del monasterio de Moreruela como merecedora de su conservación (me imagino que en aquellas fechas el gobierno tendría problemas mayores), por lo que, como otra propiedad cualquiera de las desamortizadas salió a subasta. La dehesa de La Guadaña, donde está situado el monasterio, la compró D. Mariano Semprúm en el año 1835 para utilizarla, entre otras, como finca de recreo. El Boletín Oficial de la Provincia de Zamora de 16 de mayo de 1894 publicaba el siguiente anuncio: «Se halla a la venta la piedra del convento de la dehesa de La Guadaña, término de La Granja de Moreruela, propiedad del Excmo. Sr. D. José María Semprúm.- El Administrador, Ignacio Hidalgo Gullón».

La actual iglesia de Granja, que en su fachada luce piedras que la leyenda cuenta que forman parte del expolio del monasterio de Moreruela, se construyó en el año 1897 según consta en la veleta de su torre. No hay más datos de su construcción ya que el libro de cuentas de fábrica salta del año 1883 al 1902.

Una casa de Santovenia situada en la Plaza España, también luce piedras que la leyenda incluye entre las integrantes del mismo expolio monacal. En el balcón central de esta casa están las iniciales de su dueña, rica hacendada, Dª Apolinaria Morán León, viuda de Tomás Santos Rodríguez desde el día 23 de abril de 1887.

Tomando como ejemplo estos dos edificios, aunque no tengamos el documento de la compra-venta de la piedra, por las fechas de su construcción se demuestra que fueron levantados en la época que ya se habían puesto a la venta las piedras del antiguo monasterio.

Que ha habido algún pillaje o hurto, no lo dudo ni discuto, pero de haber sido robadas o expoliadas las piedras, no se habrían instalado cara al público pues su fácil identificación delataría el origen.

Desde mi punto de vista, aquí termina la leyenda de las piedras del monasterio cisterciense de Moreruela, pues con los datos que aportan los documentos presentados se demuestra que no fue un expolio, fue una venta.