Luis Martín Negro explicó la historia a la concurrencia. Habló del periodista Julio Camba en el Nueva York de los años cincuenta (creo porque no se oía bien). El escribidor gallego escucho detrás de él, en una calle del Bronx, la frase dirigida a una chica bien plantada: "¡Fermosa es la doncella, vive Dios". La dijo un judío descendiente de los sefarditas que vivieron en España. La herencia de Sefarat se mantiene viva, la lengua pervive en Israel y en los recovecos del mundo. La explicación del músico, claro, tenía que ver con una canción. El marco: la panera de Sanzoles. El motivo: la actuación del coro San Zoilo.

Negro dijo más, la canción que iban a interpretar las cantoras -y solo tres cantores- había nacido en un corro de mujeres sefarditas que tras escuchar un estribillo en árabe, lo adoptaron a su idioma, repitiendo los sonidos que ellas entendieron. Muy gráficamente lo escenificó para que todos los entendieran: "Hicieron como las Ketchup con el Aserejé, que interpretaron sonidos ingleses, en este caso árabes". Y la canción sonó limpia, bonita, fermosa.

Lo que seguramente no sabe Luis Martín Negro (y desde luego no tiene obligación de saberlo) es que la copia sefardí de un estribillo árabe viene que ni pintada entonarla en Sanzoles, porque este pueblo, junto con Sampil y Santibáñez de Tera fueron juderías tras la expulsión de los hebreos de España en 1492. Estos tres municipios acogieron a decenas de judíos conversos.

La huella judía en Sanzoles es muy clara, en algunos apellidos pero, sobre todo, en los nombres de las calles: Destierro, La Luna, El Sol, San Sebastián, Oriente, Salvador? Sin duda fue una judería floreciente, cuya huella ha llegado hasta nosotros. Y que, ya ven, el lunes, tuvo su homenaje particular en un cancioncilla muy bien interpretada.

La actuación del coro de San Zoilo, presentada por Rosa María Calles en un sentido parlamento, no defraudó a nadie. Sus componentes, la mayoría mujeres (que son más lanzadas en esto y en casi todas las cosas) han aprendido bien las lecciones de Luis Martín Negro. Y si hay que poner un pero, no es precisamente a ellas, si acaso a la escasez de voces masculinas, que hace que las canciones suenen muy "femeninas".

Martín Negro volvió a demostrar su profesionalidad. Presentó todas las canciones, con historia y anécdotas incluidas. A pesar de que el sonido no era el mejor del mundo, lo hizo con gracia, algo siempre de agradecer. El concierto fue completo y se prolongó más de una hora. Hubo de todo, incluida la cancioncilla sefardí, ya reseñada. No faltó el "Arriba el limón", de aires sayagueses, ni la popular "Me llaman sanabresa", uno de los momentos culminantes de la actuación. Los presentes (cerca de 150) disfrutaron con el acto organizado por la asociación cultural "Melitón Fernández" que cerró así un amplio programa de actividades, donde no han faltado talleres infantiles ni el teatro, con la representación de de la obra "Farsa y justicia del corregidor".

Ha organizado también "Melitón Fernández" un festival benéfico de sevillanas a favor de Autismo Zamora con la actuación del grupo El Montico; además un mercado tradicional en la Plaza Mayor y la popular comida del socio.

Muy seguido fue también el concierto de la cantante zamorana Soledad Luna. Demostró, una vez más, que ni la canción popular ni el cante jondo tienen secretos para ella.