Villarino de Cebal fue antaño un pueblo importante en Aliste gracias a la cofradía de Santa Catalina de Alejandría que congregaba a los pastores de toda la comarca en un pueblo, tan bonito como acogedor, que era paso obligado de cordeles, cañadas y veredas en la ancestral Trashumancia hacia las verdes sierras de la Alta Sanabria en su viaje de ida por San Pedro (29 de junio) y el de vuelta por la Natividad de la Virgen María (8 de septiembre). Cada pastor alistano, también los zagales, pagaban por entrar a la hermandad pastoril un cordero. En 1607 ya existía la cofradía y contaba con ermita propia. A cambio tenía derecho en la festividad del 25 de noviembre a una libra de carne guisada o asada, vino, puchero con chanfaina y baile hasta la madrugada en la era al ritmo de la gaita, dulzaina y tamboril. La cofradía llegó a contar con un rebaño propio que se cuidaba en el pueblo y con el que se sufragaban los gastos de su patrona. Los pastores eligieron como su protectora a santa Catalina, a la cual la iconografía representa con una rueda porque fue martirizada sobre una dentada con cuchillas, de la cual salió ilesa. La imagen se adornaba históricamente con cintas de colores que las madres de los pastores alistanos y mozos del pueblo en quintas ponían llegado el momento de ir a la mili o a la guerra: África, Cuba y Guerra Civil. Se colgaba la cinta a santa Catalina y un trozo se la llevada el soldado. La historia legendaria de la santa, pasada de padres a hijos entre los pastores alistanos, es que Catalina fue soldado y que la cabeza que hay a su derecha, es la de su propio padre. Él fue quien la mando martirizar y mientras asistía al martirio de su propia hija, una de las cuchillas saltó de la rueda dentada y le corto la cabeza.