Ángel Viloria mantiene la vitalidad de quien ha trabajado duro. Sorprende la carga de datos específicos que guarda en la memoria, referidos a la presa de Almendra, que fue un hito por su grandiosidad y por la maestría con la que se puso en pie. Además, habla con verdadera pasión de la gesta.

-¿Cómo entró a formar parte de los trabajadores de los grandes saltos?

-Un hermano que trabajaba con Leonardo Velasco, encargado en Saucelle, le dijo que si me daba trabajo. Me mandó a la oficina y como yo era pequeño me ponía de puntillas porque la ventanilla me llegaba a la cara. Me afilió, y a trabajar.

-¿Comenzó cumplidos los dieciocho años?

-Mentí en la edad, pero entonces el carnet de identidad no existía. Iberduero mandó venir a la Policía para que la gente no bajara a Salamanca. Dije que tenía 18 años, y arrastré esa misma edad hasta cumplir los 19. Cuando me picaba con alguna punta, que había muchas, en el botiquín siempre tenía 18 años. Nadie dijo nunca nada y nunca tuve problemas. He sido un trabajador recto y he cumplido en mi vida; me ha gustado trabajar y me han querido.

-Saucelle cierra las presas del Duero internacional. ¿A qué tarea le destinaron?

-En Saucelle trabajé cinco años, luego en Aldeadávila siete años. Siempre en maquinaria.

-¿Siempre anduvo metido en presas hidroeléctricas?

-Al terminar Aldeadávila fui Francia, como turista, con un chico de aquí. "Si quieres venir a oficina te da trabaja el patrono", me dijo el compañero. Me mandaron con los ferrallistas. El jefe leía periódicos de Francia, España e Italia. Hacíamos una iglesia de hormigón en Moulouse y un lunes vino cabreado porque el gruista no apareció. Faltaba casi todos los lunes porque se emborracha los domingos. El hormigón estaba hecho y dije que yo había manejado máquinas similares. España trabaja con grúa le dijo al encargado. Me mandó hacer unos movimientos, que hice a gran velocidad. "¿Te comprometes?" preguntó. Sí hombre que sí. Aquella tarde me dijo que me quedará con la grúa. No se podía parar ni de noche ni de día. Pero la mujer cayó enferma y dejé de trabajar unos días, hasta que uno de León se dio cuenta. "No dejes de trabajar, dejas la llave en el buzón y yo te recojo los hijos", dijo. Pero sabía que la empresa de Almendra iba a empezar y me vine.

-La presa de Almendra constituye un referente por su magnitud y por ser una construcción hidroeléctrica que expresa la maestría de la experiencia.

-Fue una obra faraónica y se hizo a un ritmo muy elevado. En montar la maquinaria se tardaron dos años y medio. Lo mismo que en construirla. Hasta esta obra no vi la parte electrónica, y quedabas pasmado. La pieza que entraba en la coronación pesaba, desnuda, 14.000 kilos. La presa es una mole de hormigón formado por bloques. El bloque llamado cero está en el medio de la presa. Es como la piedra del centro de un arco. La presa es un arco y los bloques pares van al lado de Zamora y los impares al lado de Salamanca. La medida del bloque uno es igual a la del dos, y la del tres igual que la del cuatro, la del cinco igual que la del seis y así el resto. Empezamos por el lado de Salamanca y había que estrechar las piezas. El último de Salamanca es el 39, y el último de Zamora el 40, más el cero, que es medida única.

-También sorprendió por el manejo de maquinaria de una potencia y unas dimensiones desconocidas. Como encargado de turno en maquinaria ¿qué recuerda de Almendra?

-La grúa principal, que al menos los planos eran italianos, tenía a los 78 metro de altura un rodamiento axial; allí abría otro cono y se alzaba otra torre de 128 metros encima, que giraba sobre el rodamiento. Más luego la cabeza con el cable de carril o guía, de un kilómetro de largo y que pesaba 35 toneladas. Había dos torres fijas, de 300 toneladas de peso muerto. Eran de cuatro metros y medio por cuatro y medio, y los cuerpos eran de seis en seis metros. Yo monté hasta el rodamiento.

-¿El blondín es un elemento esencial en el traslado de cemento y material de toda gran presa?

-El blondín para abastecer de material a la obra era enorme, y tenía una velocidad espantosa. Una grúa puede trabajar independiente de otra. Hubo bloques de 4.000 metros cúbicos, y además hubo meses que rebasábamos los 200.000 metros cúbicos de hormigón. El cubo del blondín pesaba 6.500 kilos y hacía 8 metros cúbicos de hormigón. La cinta transportadora tenía una capacidad de 700 toneladas hora. Había cuatro hormigoneras y basculaban cada minuto y medio tres metros cúbicos.

-¿Cómo operaba ese mundo de blondines, grúas y vehículos manejado para sacar adelante Almendra?

-Había ocho camiones que llamábamos silobuses, que transportan el hormigón desde la torre al muelle de carga. Había 12 tractores de oruga, seis de pala y empuje para extender hormigón, y otros seis de vibrado. El blondín llevaba ocho metros cúbicos y al bascular hacía un montón, luego un tractor de oruga y de pala lo extendía. El bloque se hacía capas de medio metro y venía el vibrador, que pesaba 125 kilos y profundizaba medio metro, y al medio metro de avance volvía a clavar. Quedaba todo bien vibrado. Cada grúa llevada un tractor de pala y otro de vibrado. El blondín cargaba 24 toneladas, pero no alcanzaban a la parte de Salamanca y se utilizaban otras dos grúas de 15 toneladas, que llevaban un cubo de cinco metros cúbicos.

-¿Cómo eran los silos de cemento en una obra que consumía miles de toneladas de este material?

-A los silos de cemento entraban todos los día tres mil toneladas de cemento en polvo, a granel. Venía en tren desde Venta de Baños hasta Barbadillo. Allí lo recogía y lo transportaba una flota de camiones de Pichel, de Zamora, que estrenó flota de Pegasos. Los chóferes cobraban más de prima que de sueldo. Tenían una prima por tonelada metida al mes. Trabajaban más de ocho horas. Los relevos entonces eran dos de doce horas. Andaban al destajo porque cuanto más metieran más pago, y al dueño de la empresa le interesaba.

-¿Existía laboratorio para comprobar la calidad del hormigón?

-Iberdrola contaba con un laboratorio de hormigón al lado. A los bloques siempre se les sacaba una probeta al empezar, otra a mediados y otra al terminar. A veces la del medio no se hacía, pero la de empezar y terminar siempre.

-¿Cómo se fraguaba el hormigón?

-Mediante serpentines. Había 600 kilómetros de serpentines. Había pozo para limpieza de los bloques y vientos para soplar el hormigón. A la hora de echarlo lo barren con agua y viento a presión para que quede limpio y agarre el nuevo vertido. El agua de los serpentines era agua de refrigeración, muy fría. Entraba a cero grados y al salir bloque o bloques, y subir a la planta de refrigeración, quemaba por la fiebre del hormigón. No la aguantabas a la mano.