El niño Iker Conde Huertos, de seis años de edad, vive con una pasión propia de un profesional su afición a la caza, y por el comportamiento tan resuelto y comprometido estilado en su primera gran intervención sorprendió al conjunto de los participantes en la montería. El pasado sábado intervino como rehalero en el ojeo al jabalí organizado por los duros y agrestes pagos ribereños de Villadepera, siguiendo en todo momento la marcha y el paso de los profesionales, y no cesando de alzar la voz para animar a los perros y colaborar en la tarea de desencamar a los animales. «Es una máquina. Habla con todos, no se corta un pelo, da voces para empujar a las reses» expresa uno de los participantes. Fue su bautismo de fuego o su consagración en la práctica de la venatoria, y lo hizo en una jornada laboriosa para los responsables de enfilar y animar a las jaurías, e intensa para los apostados en la armada por el número de guarros movilizados, pues llegó a observarse un grupo «de más de una veintena» de navajeros. El resultado final, expuesto en la llamada junta de carnes, fueron seis jabalíes abatidos, (otro se perdió en el río Duero) pero la treintena de cazadores apretaron el gatillo en más de una ocasión y más de medio centenar de tiros resonaron en Arribes como truenos.

Como es habitual en operaciones de esta naturaleza, algunos animales heridos y echando sangre, o que buscan la supervivencia en momentos tan críticos, salieron en dirección hacia Castro o cruzaron hacia Villardiegua, donde también fueron abatidos algunos ejemplares. Iker Conde Huertos «disfrutó mucho e hizo muchos kilómetros» por un territorio de Arribes del Duero «muy difícil», y solo adecuado a personas enganchadas a la vida montaraz. Cuentan que su afición le viene de un tío al que ve con la escopeta «y que mata muchos jabalíes». Como suele ocurrir en estas monterías donde se juega la vida el jabalí, esta especie vende caro su pellejo y no faltan la baja de algunos perros de acoso o amarre a quienes la veta les expone al filo de las navajas. Tomaron parte cazadores de Villadepera, Fadón, Carbajosa, Pino, Guarrate y hasta salmantinos que aprecian estas monterías ribereñas, pero todos destacaron, a la hora del taco, el protagonismo y la garra del niño Huertos.