Miguel Ramos, gerente del proyecto sostenible de los recursos forestales de El Maderal, defiende el aprovechamiento del corcho «como un bien a tener en cuenta, máxime en un momento en que todas las rentabilidades son bienvenidas». Afirma que es un recurso « casi abandonado porque sus masas se hallan dispersas, en casos, en lugares montañosos».

Destaca la importancia de realizar labores selvícolas correctas por el impacto que tienen las gestiones en la evolución o conservación árbol. «He visto verdaderas tropelías y carnicerías en alcornoques jóvenes, que incorporan bornizo a la producción, porque hay cuadrillas que cobran por tonelada y tiran a degüello. Y si se hiere a un árbol ya no hay quien quite el perjuicio». Para Ramos, las administraciones y los productores comienzan a realizar «movimientos positivos» hacia el corcho. Repara, además, en que se trata de un árbol que proporciona «una gran estética al paisaje y los alcornocales se ofrecen como un mundo mágico por las metamorfosis que ofrecen». Refleja Ramos el pobre nivel que existe sobre esta especie en la anécdota de que un técnico de la Administración se preguntara, en una ocasión, «con qué se pintaban los árboles tras realizar la retirada de la corteza». Un color natural que va pasando del rojizo anaranjado hacia una tonalidad oscura por el propio paso del tiempo.