El nivel de agua embalsada en la cuenca del Duero está en «niveles preocupantes», según expresó ayer en Burgos -y recogió la agencia Efe- la directora general del Agua del Ministerio de Agricultura, Liana Ardiles. Según datos de su departamento, los pantanos estaban ayer mismo en torno a un 40%, «muy por debajo» de un año medio. De hecho comparó estos niveles con los que se registraron en 2006, un año que se considera de «sequía intensa» y en el que se llegaron a producir algunas restricciones de suministro en varios puntos de la cuenca. Por contra, la reserva hidraúlica de España se encuentra al 56% de su capacidad total, 30.976 hectómetros cúbicos de agua almacenada, siete más que la semana pasada.

Las mancomunidades de regantes de Zamora ya han puesto el grito en el cielo. Las presas de San José, Requejada, Cervera y Aguilar, que sirven a la provincia, pasan por su peor momento. «El año pasado ya fue malo, pero para el siguiente la situación parece que no va a mejorar», se ha quejado Antonio Roldán, presidente del canal Toro-Zamora.

Los niveles de los pantanos corresponden a un año muy seco, lo que no concuerda con la realidad porque las precipitaciones recogidas en Castilla y León desde que se inició la campaña hidrológica (1 de octubre) están muy por encima de la media. De hecho, hasta finales de noviembre, se había recogido en la provincia una media de 160 litros por metro cuadrado, casi la mitad del total registrado en el año hidrológico pasado. Y desde noviembre hasta ahora, las lluvias han seguido siendo abundantes, con medias acumuladas que superan ya con creces los 200 litros por metro cuadrado.

Los datos de la cantidad de agua caída y la que está recogida en los pantanos es lo que chirría y hace preguntarse a la opinión pública sobre dónde va el agua de lluvia. Es verdad que la sequía hasta septiembre era muy grande y los campos estaban resecos, por lo que han admitido mucha agua hasta empaparse, pero desde primeros de noviembre hay terrenos encharcados y el agua ha empezado a aflorar en vegas y valles, con lo que se han producido muchas escorrentías hacia los pantanos.

Evaristo Álvarez, un lector de este periódico, indagaba en esta contradicción en una carta remitida a la directora y publicada en la edición de ayer. Se queja de que el embalse del Esla (Ricobayo) presenta «escaso nivel» de agua para la estación en la que estamos. Sin embargo, incide en que no hay explicación al respecto de la Confederación Hidrográfica del Duero. «La explotación hidroeléctrica -asegura- lleva decenios ordeñando este agua a su libre antojo». Y pide a la CHD, que impone licencias a los usuarios de estos espacios, que vigile a la empresas hidroeléctricas y les obligue a mantener «un nivel de las aguas que dé juego a todos». Concluye su escrito en que es necesario «una información fiable de estas maniobras en los cambios de niveles».

Iberdrola, la compañía que explota tanto Almendra como Ricobayo, explicó hace un mes en este periódico que en generación se limitaba a cumplir las exigencias del sistema eléctrico nacional que fija unas producciones para satisfacer el consumo del país, lo que no favorece el almacenamiento de agua.

Según esto, es el organismo nacional que controla el sistema eléctrico, quien ha decidido intensificar la producción hidroeléctrica en presas de la cuenca del Duero, lo que explicaría que sea esta zona la que menos agua embalsada tiene de España, con unas diferencias muy grandes incluso con cuencas del Sur como la del Guadiana (67,3%) o la del Guadalquivir (73,5).

La Junta de Castilla y León no se ha interesado por la contradicción apuntada: más lluvia, menos agua embalsada, o si lo ha hecho, no ha trascendido a la opinión pública. Esta «dejadez» no se explica, máxime en una región que no consume demasiada energía eléctrica, pero sí agua, sobre todo la agricultura en los meses de primavera y verano.