Los encierros simultáneos en El Pego y Cañizal repartieron ayer por la mañana a los aficionados de la comarca de La Guareña y alrededores. Cuando estamos ante los últimos coletazos de la temporada taurina, la Fiesta se vive con especial regusto. Es como si se saboreara el postre de una temporada de encierros que comenzó en junio y, pese a los embates de la crisis, ha sido capaz de mantener el nivel.

Las fiestas en la comarca de La Guareña no se entenderían sin los toros y así parecen haberlo entendido los ayuntamientos. El Pego ha dado gusto a la afición y ayer se celebraba un multitudinario encierro por el campo. Caballistas, vehículos y muchos valientes a pie se echaron a la tierra para disfrutar con los dos astados que se soltaron, uno detrás del otro.

Y así como el segundo se quedó en la tierra, el primero salió de estampida hasta cerca del Monte Toro, donde ante la imposibilidad de retornarlo al camión, fue necesario dormirlo. El encierro se prolongó hasta casi las dos de la tarde en una mañana muy calurosa pero que en absoluto amilanó a la afición que no quiso perderse la fiesta.

Algo parecido pasó en Cañizal, donde, a unos dos kilómetros, se soltaron dos toros que los caballistas conducían hacia el pueblo. Especialmente juguetón se mostró uno de ellos, un eral muy bravo que se quedó un buen rato a la entrada del pueblo generando momentos muy divertidos. Después se soltaron otros tres novillos en el pueblo, también muy resultones que hicieron vibrar a los asistentes.