Los «lobos son tan listos o más que el hombre. El hambre agudiza los sentidos y ellos tienen que comer». Es solo la contundente sentencia de un alistano en las historias y andanzas entre pastores y cánidos que cautivaron estos días a los expertos de la Feria Internacional de Turismo en Madrid, destacando la míticas vivencias de Aliste y Sanabria. Hombres y mujeres mostrando a corazón abierto unas relaciones marcadas por el temor y la admiración más que por el odio en la lucha por la supervivencia.

«En el silencio de las montañas, fluyendo lentamente entre los árboles, el camino del lobo se cruza con el del hombre». Así comienza el magnífico documental «En Tierra de Lobos», un estudio etnográfico y de patrimonio cultural entorno al cánido del proyecto de cooperación transnacional «Wolf Wild Life & Farmers», promovido por diferentes grupos de acción local entre ellos los zamoranos de Adata (Aliste, Tábara y Alba), Adri Palomares (Campos y Pan), Aderisa (Sayago), y Adisac (Sanabria y La Carballeda), financiado por el Ministerio de Medio Ambiente.

Quienes convivieron con el cánido entre la admiración y el temor lo tienen claro: «Tiene más miedo lobo al hombre que la revés» sentencian, «Incluso los ganaderos que más le odian admiran su capacidad para salvar aquellas estrategias que los humanos hemos ido urdiendo para proteger nuestro ganado» añaden.

Un pastor alistano, Juan Casado Vara, se emociona al recordar su historia campesina: «Aun no iba a la escuela cuando empecé a andar con las ovejas. Había que dormir con ellas en el campo, mal, no es lo mismo dormir sobre terrones que en la cama. No fallaba, todas las noches cuando estaban en el chiquero venía».

El plantó cara al lobo: «Venía el río crecido, pasaban las ovejas y las llevaba el agua, cuando pase para el otro lado quedaban diez, vino el lobo y me cogió una por el cuello, llegue y le eche mano por una pata y le dije suéltala que no es tuya. El lobo no mata para comer mata por matar. Me daba mala leche, miedo no. Lobos y perros son contrarios y siempre le tocaba perder al débil. Nunca me enteré que un perro matara a un lobo, pero los lobos a perros si, muchos, y los comían. Los perros unas veces los localizan y otras no. Hay veces que viene en pareja, un lobo se lleva los perros lejos y mientras el otro ataca».

Casado Vara incide: «En una ocasión entró a la parición y mató todas las ovejas que quiso, pero luego no era capaz de salir para fuera porque la corrala era pequeña y no podía tomar carrera. Amontonó las ovejas muertas y por encima de ellas salió».

Felipe Lubián destaca que al lobo se le odiaba y admiraba al mismo tiempo: «Mi abuelo que era ya mayor iba en el burro y yo con él como un pero de carea. La paredes de los cortellos están inclinadas hacia dentro, de manera que el lobo no pueda salir. Es un ser muy inteligente» y matiza «Capturado, el lobo al ver aquella jauría humana, armada, pues si, enseñaba mucho los dientes, pero se arrimaba a la pared, metía el rabo debajo las piernas y en esa postura con una horquilla de madera le ponían un bozal y se lo ataban a un collar y ya no podía herir a ninguna persona. Yo he visto hasta siete lobos juntos».

Un campesino relata una peculiar historia: «A mi bisabuelo le dieron a comer un corazón de lobezno, porque padecía ataques epilépticos. Encargaron un lobeto a un pueblo que se lo consiguieron. Contaba mi padre que lo habían abierto en vida en el corral de casa y le habían dado el corazón, chiquitín, en un trozo de pan, lo comió y de hecho se le pasaron os ataques». Los ganaderos creen que el lobo puede y debe sobrevivir pero con un control adecuado: «Nunca a costa de matar y comer nuestras ovejas».