La gaita se escribe con nombre propio en Sanabria y buena parte de la provincia de Zamora merced a Los Gaiteros de Pedrazales, toda una institución desde los años 50, cuando los hermanos Espada toman el relevo en la cuarta generación de gaiteros de la familia.

Modesto Espada Varela relata en su segundo libro autobiográfico «La vida de un viejo carrilano Sanabrés». Una trayectoria vital que comenzó un 11 de abril de 1934 en Pedrazales de Sanabria. Su relato narra momentos de hambre, momentos de trabajos duros para un niño, el mayor de siete hermanos. Para el sostenimiento familiar tuvo que ejercer de pastor en las sierras de Segundera, de carrilano en los túneles de Requejo, cestero a la orilla del Tera y trabajador cualificado en la Fasa Renault tras emigrar a Sevilla. Su música sanabresa de pasables les reportó el Segundo Premio de Música Popular de Andalucía. Su trayectoria vital refleja el devenir de una generación completa de sanabreses que trabajaron en el campo y se vieron obligados a buscar trabajo en las grandes ciudades. Del relato sobrecoge sus recuerdos del hambre y el desamor paterno, que se compensan con dos grandes figuras femeninas, su madre Mercedes y su mujer Francisca.

-¿Por qué el título de un Viejo Carrilano?

-Porque una noche que salí de trabajar de la Fasa, donde estuve 33 años, empezaron mis chicos a preguntarme porqué había venido a Sevilla. Les conté que nosotros en Sanabria éramos muy pobres y estuve trabajando de amo en amo. Trabajé en Castro, con diez años, con el alcalde Cobreros. Estuve dos meses. De allí al Ventorro. Le expliqué todo el proceso hasta que fui a la vía, al pueblo nuevo que llamaban Santa Bárbara para pedir trabajo. Me mandaron para el túnel 12, que era el túnel más peligroso que había. Yo tendría entonces unos 13 años. Tenía un tío guardia, José Varela, que estaba de carabinero en Requejo. Bajé a su casa y al verme me dijo qué hacía allí. Le respondí que trabaja en el túnel 12. ¡Pero si eso es lo más peligroso que hay! Otro día me llamaron a las oficinas y allí estaba mi tío. El señor que estaba en la oficina, que me trató con mano de goma, ya no me trató igual allí delante de mi tío, había cambiado. Salí de la oficina con una carta de recomendación para el señor García para la estación de Requejo, situada enfrente del pueblo.

-Pero además de carrilano estuvo en otros trabajos?

-Trabajé en las presas de Vega de Tera, todo lo que hicieron lo viví yo. Al llegar a Sevilla pasé al principio muchas calamidades.

-Antes de llegar a Sevilla usted relata que de niño pasó mucho hambre, algo que sobrecoge.

-Viví la época más dura de la posguerra. Nací en el 34 y en el 42 de siete años para ocho conocí el Lago de Sanabria. Yo no sabía que había "un charco" enorme allí. Me mandaron con una vaca para allí, pero eso es otra cosa. A mis hijos le conté que tenía que cargar un carro de hierba por un pedazo de pan. Cuando le contaba a mis hijos esto me decían que no era tanto. ¡Pero si yo comí los vainos de las habas secas cocidos, porque una mujer de Pedrazales se los vendió a mi madre. Por cuatro pesetas le llenó el saco porque los iba a tirar para el estiércol de las vacas!

-Habla de dos mujeres muy importantes a lo largo de su vida.

-Mi mujer (Francisca Varela Palmero) representa mucho. Yo la conocí cuando fue de Sevilla a Sanabria de vacaciones con 16 años. Fue ella la que me cameló a mí. Cuando yo venía de trabajar de la vía o de Ribadelago siempre estaba en mi casa esperándome. Y me decía que nos fuéramos a casa de mi tía. Al cabo de unos días le dije que iba a ver a una novia que tenía con 16 años para 17. Voy a verla porque cuando me vea me va a echar. Me saltó que yo que tenía que ir a ver a la novia. ¡Ojo, esta ya me saltó por otro lado! Así, como me gustaba, yo no volví con la otra novia sin decirle más nada. Mi prima volvió a Sevilla y yo me quedé trabajando en Ribadelago hasta que fui a la "mili". Al volver me iba a ir a Madrid. Mi padre estaba acostumbrado a quedarse con el dinero que yo llevaba a casa. Mi padre lo que ganaba era de la gaita cuando iba a Castro, a Ribadelago... andado por todos los sitios. Eso y lo que sacaba de vender los cestos en el mercado. Yo ganaba 30 duros al mes. La hemina valía 10 duros, con 3 heminas hacía una hornada de pan de centeno, allí le llamaban una "fornada". Mi padre estaba acostumbrado a que le entregara todo el dinero. Un día me dijo que se había enterado de que me marchaba para Madrid o Galicia, a los Saltos de San Agustín. Me respondió que no, que me iba para "Riballago". Yo tenía que abrirme un camino con 21 años para 22, pues ya estaba licenciado. No teníamos más que cuatro tierrecillas, cuatro prados y una vaca.

-Dice de su madre que fue una heroína?

-Exactamente. Me cuerdo de tres años que todavía daba el pecho. Me dejaba en casa de mi abuela, porque mi padre estaba en Sevilla trabajando. Mi padre me conoció a mí con tres años. No me tenía el apego y mi madre tuvo muchas peleas con mi padre por causa mía. Mi abuela con la poca leche que compraba para ella me daba un poquito, estrujaba una patata y con la leche me hacía esa especie de papilla hasta que mi madre venía. Por eso digo que las madres en la posguerra fueron unas heroínas. Es que claro, yo cuando escribí no escribía con la mano, escribía con el corazón.

-Cuando ve la venta del Ventorro o las sierras de Padornelo ¿qué piensa?

-Cómo pude aguantar eso, siendo un niños, que venían los lobos y se llevaban la oveja que querían. No me llevaron más que una. Tenía cinco perros que guardaban el ganado. Con once años que tenía ¡qué iba yo a guardar en esos tiempos! Con las nevadas que caían. ¿Cómo pude aguantar un año en esas venta escondida, frente de Tejedelo, que yo veía la vía. Por eso con 13 años bajé a pedir trabajo en la vía con tan mala suerte que me mandaron al túnel 12. Estuve por las huertas, por las vaquerías, por los campos. El cura don Fernando, tío de los Cobreros, fue a verme cuando estaba colocado. A la semana siguiente cobrábamos y ya venía con el sueldo subido. Había estado allí Don Fernando, que era del Hospital Militar de la Macarena, hoy es el Parlamento.

-De su padre heredó la afición a la gaita.

-Mi padre era la tercera generación. Antiguamente era un tatarabuelo que llamaban José, luego mi abuelo Álvaro, y mi padre era Alvarico. Nosotros somos la cuarta y ahora vienen mis hijos que la tocan ya igual que nosotros, y que son la quinta generación. Todo mi interés ha sido luchar para que no se pierda el folclore de Sanabria. Cuando hice el primer disco recopilamos la gaita de Sanabria. Venía de vacaciones de Sanabria cuando se presenta en mi casa el de la discográfica donde habíamos hecho las cintas y me deja helado. ¿Pero has cambiado de teléfono, que llevo llamándote un montón? me dijo ¿Pero qué pasa? pregunté. Prepárate que tientes que ir al recoger el premio, que has quedado segundo del concurso de Música Popular de Andalucía. Me dejó helado, pero es que él también se había quedado helado.