Con masiva presencia de aficionados que ya desde el jueves habían agotado el aforo, dio lugar la velada empezando por los menús, ambos excelentes, un diez para el NH La Vinícola. En la presentación se anticipa un cambio de ultimísima hora. Al bueno de Antonio Higuero, el guitarrista anunciado, no le fue posible desplazarse hasta nuestra ciudad por lo que fue sustituido por Paco León. Hubo quien lo agradeció ya que Antonio es un tocaor totalmente consolidado -grande entre los grandes- y muy conocido en Zamora. Por contra, Paco León es un guitarrista joven con unas excepcionales maneras para el acompañamiento, un toque delicado y lleno de sabor, que tiene que abrir su propio camino por lo que agradecemos ver su enorme potencial de crecimiento, como el sábado demostró en La Sanantonada Flamenca.

Abre Rancapino Chico por toná, puesto en pié y fuera de micrófono, una vez terminada, Paco León desgrana lamentos de seguiriya para que Rancapinin ejecute la primera de Francisco La Perla, la segunda de Joaquín Lacherna pero siguiendo los cánones de El Maestro de Los Alcores y la tercera, para cerrar, de Paco la Luz. Precioso y valorado comienzo, máxime tratándose de dos chavalillos que no llegan a la treintena ¿Quién puede dudar de que el flamenco, después de doscientos cincuenta años de historia, sigue teniendo cuerda para rato?

Continúan por alegrías, uno de los palos señeros de la casa rancapinera. De hecho, igual que Alonso padre, sigue el arquetipo de Camarón, amigo personal de su progenitor y colega de fatiguitas en La Venta de Vargas. Perfecta y jonda muestra para encandilar definitivamente al respetable.

¡Cómo no! El buque insignia de la casa: malagueñas del Mellizo, la corta y la grande. De nuevo sabor intenso a cante caro, más que cantado, bien dicho y con la sonanta estando ahí, en su sitio. ¡Perfecto!

Llega el turno de las soleares. Paradigma del buen decir en términos jondos. Las dos primeras de Alcalá, de Joaquín El de La Paula. Siguiente de Triana, esto es, de Machango; Roesna; Juaniquí de Lebrija y Serneta. Apoteósica y prolongada ovación.

Tangos lentos. Otra de las “delicatesen” de la casa cantaora. Muy bien entendidos por la concurrencia y por ello, prolongadamente aplaudidos.

No podían faltar los fandangos. Hizo cinco, el primero y el tercero de El Almendro, eso sí en versión de Manolo Caracol.

Preciosas bulerías lentas hasta recibir el estruendoso aplauso final. Los artistas estaban a gusto, y nosotros también. Por eso nos deleitaron con remate por zambra: “Compuesta por el maestro Paco Cepero” Donde hace referencia explícita al gran Rancapino Padre, a Caracol, y como no, a Camarón.

Lo dicho. Esperada y perfecta velada, en todos los sentidos de diez sobre diez.