Nardo era hasta el martes un plácido asno de raza castellano-leonesa, mediana estatura y 16 años de edad que veía pasar la vida plácidamente sin más faena que pacer bien cuidado y atendido en una granja de Matilla de Arzón. Sus propietarios lo compraron cuando era un buche con unos meses de vida a un ganadero de Villafáfila que al parecer se llamaba Bernardo. En su honor le pusieron Nardo y el joven jumento se incorporó a la explotación por el mero interés y cariño a los animales que tenía su comprador.

Hasta el martes, Nardo, un burro «entero» (sin castrar), pacía y compartía pasto con un caballo de nombre Bovedilla y a decir de sus propietarios «era pacífico y a veces juguetón», pero nunca dio ningún quebradero de cabeza ni tuvo ningún comportamiento anómalo. Además, Nardo es hoy por hoy el único asno que queda en la localidad y es conocido por todos los vecinos.

El martes, un cuarto de hora antes de la una, el hijo del dueño, un joven de 28 años, sacó al animal fuera del establo de la nave para limpiarlo y se dirigió a una huerta cercana. Obediente, Nardo siguió a su dueño pero de repente «tuvo que sufrir algún extraño». «Yo sentí que me alcanzaba por detrás con el hocico. Pensé que estaba jugando como otras veces, pero noté que me mordía en la nalga y me levantaba en el aire». Nardo sostuvo en el vacío a su amo posiblemente durante segundos o décimas de segundo hasta que los 85 kilos de peso del joven vencieron el cuello del animal y ambos se fueron al suelo. «Pedí auxilio porque no me soltaba», explicó ayer el joven. La quijada de Nardo se había cerrado fuertemente y no parecía soltar presa hasta que su amo notó que la presión cedía y se podía levantar del suelo.

Al tiempo «apareció un amigo y más gente» fuera del cercado. Nardo había propinado un importante dentellada a su joven amo si ni siquiera romper el tejido del pantalón vaquero que este vestía esa mañana. El joven tampoco parecía sentir dolor, ni en ese momento era consciente de la envergadura de la herida que le había provocado el jumento. No obstante, pidió a su amigo que le llevara al Hospital de Benavente y montó en la furgoneta sentado cuidadosamente sobre su nalga izquierda.

En Benavente, los sanitarios de urgencia se encontraron con una dentellada con la forma de una herradura transversal sobre la nalga derecha de un tamaño equivalente o incluso superior a la pieza de metal. No se trababa de una mera marca de dentadura. Los dientes habían penetrado y desgarrado el tejido muscular. El joven fue trasladado de urgencia al Complejo Hospitalario de Zamora, donde fue intervenido a las 19.30 horas. La operación duró 90 minutos y cerrar la herida requirió 27 puntos de sutura.

Cuando este periódico habló ayer con el joven estaba recibiendo una nueva cura. Todavía tendrá que permanecer ingresado un tiempo. La herida está drenada y aunque la infección está siendo combatida todavía no ha remitido, según explicó. «Al principio, en caliente, no me dolía. Tampoco me ha dolido mucho estos días pero sí he tenido molestias», aseguró.

La hasta ahora plácida vida de Nardo se ha vuelto incierta. El ataque ha disgustado a sus propietarios, especialmente al padre del joven. «No sé qué pudo pasarle. Tal vez estaba extrañado por alguna razón. Estamos pensando, no en venderlo, pero si en donarlo. No sé, siempre nos han gustado los animales y a pesar de lo que ha pasado le sigo queriendo igual. Si se tiene cariño a los animales no cambia de un día para otro, aunque sea por esto que me ha sucedido», explica el herido.