Miles de personas -más de 2.000 en Zamora- volvieron ayer a salir a las calles de España para protestar por la mala situación que viven los trabajadores. La asistencia a las manifestaciones convocadas con motivo del Primero de Mayo no sirve como baremo para medir el malestar de los asalariados porque muchos de estos no acuden por sistema a estas movilizaciones. No se fían de las organizaciones sindicales, con una credibilidad tambaleante, debido a sus contradicciones que los medios de comunicación y la sociedad en general afean mucho más que las de otros colectivos. Es lo que tiene ser progresista en un país conservador. Pero eso lo saben los dirigentes sindicales que, sin embargo, poco han hecho en los últimos años por lavar su imagen, emborronada por el comportamiento de una amplia partida de garbanzos negros.

Al margen del número de manifestantes, que parece que fue mayor que otros años, sí que la movilización de ayer sacó a relucir el malestar creciente de los trabajadores. De eso no hay duda. Los asalariados están cada vez más cabreados. Se nota cada día aquí y allá, en esta conversación y en la otra, en todos los tajos de trabajo, en la vida cotidiana.

Cuando el Gobierno no deja de vender -por intereses electorales, claro- que la crisis ya se ha acabado, muchas personas se tientan el bolsillo y no encuentran en ningún rincón el optimismo que esgrime el Ejecutivo de Rajoy y su partido, el PP. Los datos macroeconómicos están ahí y son positivos, pero de poco valen si no se traducen en mejoras para quienes viven de un sueldo. Y eso, hasta ahora, no ha ocurrido.

Irrumpió de la noche a la mañana la reforma laboral como una tormenta devastadora para los asalariados. En una mañana, miles de millones de euros que se guardaban en el futuro, pasaron de unas manos a otras, de los trabajadores a los empresarios. Desde entonces, desde 2012, no ha habido compensaciones para quienes viven exclusivamente de su trabajo que son, que nadie lo olvide, quienes más aportan a Hacienda con diferencia, si sumamos retenciones, IRPF e impuestos.

Si, de verdad, hemos salido de la crisis, que los beneficios lleguen a todos los españoles. Hasta ahora no ha sido así. Los sueldos han estado congelados -incluso en algunos casos bajaron- durante varios años y la recuperación, si la ha habido en algunos sectores, ha sido mínima. Así no es de extrañar que medio país esté echando cuentas para jubilarse.