Hay una carretera en la provincia en la que se circula por la izquierda porque el carril derecho más parece barbecho que calzada de uso diario. No es una vía local, ni comarcal, es una autovía que comunica dos provincias, dos comunidades autónomas, el centro y el norte de España. Escribo del tramo de autovía entre Benavente y León que fue inaugurado hace años por el entonces flamante ministro de Fomento (2000-2004), Francisco Álvarez Cascos. Se montó un tenderete de mucho cuidado, con carpa incluida, discursos y un sarao de los históricos, que las cosas se hacen o bien o no se hacen.

El tramo de autovía Benavente-León es una vergüenza nacional. Es como ir en barco en plena meseta, o en avión vibrando como una lavadora vieja. Los conductores, claro, pasan de un carril a otro huyendo de la quema de neumáticos, amortiguadores y riñones (y lo otro). Después viene la receta en forma de multa de tráfico, que las normas (las de tráfico más) están para cumplirlas.

El verano pasado el Gobierno aprobó una inversión de doce millones de euros para la rehabilitación integral de ese tramo de vía. Bueno, no para todo, claro, solo para el que cruza la provincia leonesa. ¿El qué pasa por Zamora? Nada, solo son 14 kilómetros y esos se aguantan bien, son un suspiro. Pero, que nadie se preocupe, ya llegarán los presupuestos.

Y los presupuestos de este año se han anunciado y no hay ni un duro para el tramo zamorano. ¿Que ha dicho el PP? Que uno sepa, nada. A fin de cuentas, viajar en autovía es muy aburrido. Es mejor contar con alicientes para que uno no se quede dormido. El más sugestivo: ir sorteando blandones y depresiones. Eso, depresiones.