La histórica mercería Fonseca, con hilo para rato: Inma tomará las riendas cuando Isidoro se jubile

La joven Inma Prieto apuesta por continuar con el negocio familiar en una pequeña mercería anegada de tradición, pero sin dejar de adaptarse a las modas

Un tesoro escondido en pleno centro de Zamora. Así es la Mercería Fonseca, un negocio familiar en el que los recuerdos se entremezclan con tendencias renovadas. El pequeño comercio, emplazado en la calle Cortinas de San Miguel, ha resistido al paso de los años dedicado únicamente a los productos clásicos de las mercerías de toda la vida. Su escaparate ya presagia que esconde algo especial, pero cruzar sus puertas es un auténtico viaje al pasado. Detrás del mostrador del recogido, pero bien aprovechado habitáculo, se encuentra el propietario del negocio, Isidoro Prieto.

Tras toda una vida trabajando en el sector, se lanzó junto a su mujer Toñi Fonseca a ponerse por su cuenta y abrir la tienda. Isidoro recuerda que comenzó su andadura profesional en las antiguas mercerías Llorente. Un trabajo que ha convertido en una pasión que ha contagiado no solo a su mujer sino también a su hija, lo que le asegura un relevo generacional muy poco frecuente en la ciudad. "Ella lo ha mamado desde bien pequeña, siempre ha escuchado hablar de galones, de cintas, de pasamanería, de puntillas, de encajes... no le suena a chino.", comenta.

Isidoro y su hija Inma de la mercería Fonseca.

Isidoro y su hija Inma de la mercería Fonseca. / Ana Burrieza

Este relevo tan codiciado lo encarna Inma que con 38 años afirma que está "encantada y feliz" de poder seguir con el negocio. "Me gusta mucho porque es interesante, no te aburres, puedes hablar con la gente que viene, no es un simple trabajo de quiero esto y ya está, aquí siempre estás renovando, es mucho de cabeza", dice.

Un legado que lleva con honor y que se ha ganado a pulso. "Yo cuando entré a trabajar aquí, mi padre me dijo que tenía que ir a aprender corte y confección y estuve dando clases y aprendiendo para entrar a trabajar y, a raíz de eso, pues ya me he quedado con ellos y va a hacer 18 años, que para mí son muchos porque empecé como una niña y ahora soy mamá", reflexiona. Sabe que su caso es inusual en la ciudad en la que son más populares los cierres. "Es una pena, pero yo creo que también muchos hijos tampoco se quedan porque a veces es difícil que te den la oportunidad. Hay gente que piensa que no sabes, que has entrado solo por ser hija, así que te tienes que ganar a la clientela", considera.

La esencia de antaño que resiste el paso del tiempo en Zamora

Mercería Fonseca / Ana Burrieza / Ana Burrieza

Inma está claro que lo ha conseguido, se nota en el trato cercano que tiene con los clientes. "Eso es muy importante en estos negocios de proximidad", señala Isidoro. Y es que, si hay algo que caracteriza a la pequeña tienda es ese trato y ese asesoramiento especializado que no se da en las grandes superficies o a través de una pantalla.

Isidoro Prieto colocando el escaparate de su mercería

Isidoro Prieto colocando el escaparate de su mercería / Ana Burrieza

La mercería de antaño

Sin embargo, no solo es el trato, si algo caracteriza a este pequeño establecimiento es que se ha convertido en un diminuto museo en el que encontrar productos que ya ni se fabrican. "La mercería tiene que tener esa magia, esa esencia que te traiga recuerdos", expresa la propietaria. Ella lo describe a la perfección "es ese sabor de lo antiguo, el sabor de casa, lo que es la mercería de antaño que ya apenas existe" y que evoca a la gente que cruza su puerta recuerdos de sus abuelas que cuando los cuentan "se les ilumina la cara", relata Toñi.

Los tres tienen muy presente el pasado aunque no olvidan el futuro. Para Isidoro el relevo será "un descansón", como él mismo comenta, porque después de tantos años sabe que queda en buenas manos. "Me da vida porque si cierras y lo precintas, se te va una parte de ti, pero de esta manera sé que me puedo jubilar y que seguirá funcionando como si estuviera yo", declara.

Una empresa que es el medio de vida familiar y por la que ha luchado día a día adaptándose a los cambios con positividad. "Como todos los negocios hemos tenido nuestros altos y bajos, antiguamente había mucha modista y sastre y se movía mucho más. Hoy se mueve menos y las compras son totalmente diferentes, por eso hay que estar atento a las modas y renovarse", explica. La clientela ha variado, pero no ha dejado de confiar en la mercería de toda la vida, incluso se han atrevido a entrar los hombres. "La gente cose menos y ahora hay más venta enfocada a personalizar la prenda", revela.

Algo en lo que coincide su esposa: "es un negocio que se necesita y más de lo que nosotros creemos, siempre hay que coser algo".

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