En la primera ola de la pandemia, cuando las calles estaban vacías y aún sonaban los aplausos, la Unidad de Cuidados Intensivos de Zamora llegó a acumular veinte pacientes al mismo tiempo. Todo un golpe en la línea de flotación de un servicio cuya capacidad era de once camas hasta la irrupción del COVID. La mayor parte de los enfermos que ingresó en la cuarta planta del Hospital Virgen de la Concha lo hizo con los síntomas del coronavirus, una patología que segó la vida de la mitad de las personas que cruzaron el umbral de la unidad de críticos en primavera.

“Conectar a una persona a un respirador genera sufrimiento; no es para gente de 90”

Aquella tasa de mortalidad del 50% registrada en marzo o abril fue bajando a medida que el personal de la UCI empezó a descifrar el comportamiento de la enfermedad y encontró más herramientas para defender a sus pacientes: “Fuimos aprendiendo a tratar a la gente”, subraya Conchi Tarancón, la jefa del servicio. Desde el otoño, tres de cada cuatro personas abandonan la planta vivas para contarlo.

Los cribados y la detección precoz “ayudan a reducir los ingresos” en la zona de críticos

Tarancón reivindica este avance durante la mañana del martes –este es el segundo de los tres reportajes que ofrece LA OPINIÓN desde dentro de la UCI–, mientras recorre la estancia donde el personal vigila la evolución de cada enfermo. La sanitaria se detiene ante varios pacientes, y reflexiona sobre las causas de cada ola: “En esta, clarísimamente, el origen es familiar, de las reuniones de Navidad; en la segunda había un poquito de todo; y, en la primera, no sabías ni por dónde...”, desliza, sin terminar la frase.

Una sanitaria realiza su trabajo dentro de un box de la UCI. | Emilio Fraile

En la UCI resulta complicado echar la vista atrás. Lo inmediato manda, y el avance actual de la enfermedad ofrece pocos resquicios para pensar en los casi once meses de pandemia que los sanitarios cargan sobre sus espaldas. Aun así, todavía se percibe la angustia que arrastran las trabajadoras –en este turno, prácticamente todas son mujeres– desde aquellas semanas dramáticas de primavera. “Fue una barbaridad”, añade Tarancón.

El tratamiento con corticoides ha permitido paliar la gravedad de algunos enfermos

No obstante, la experiencia y el descubrimiento de algunos tratamientos que pueden ser efectivos, como el que se realiza con corticoides, han permitido que la vida vaya ganando terreno en esta UCI por la que han pasado 120 enfermos de COVID desde el inicio de la pandemia: 42 de ellos, en la primera ola.

“Al principio había mucha más incertidumbre”, reconoce una de las médicos residentes de la UCI del Virgen de la Concha, Nuria Rodrigo. “Fue un shock ver a tantos pacientes que estaban muy mal, y a los que solo podíamos conectar al respirador y esperar”, añade la sanitaria, que también destaca la influencia de los corticoides: “Han mejorado mucho la inflamación, pero el tratamiento no es curativo, simplemente te mantiene vivo”.

varias camas, listas por si fuesen necesarias. | Emilio Fraile

La necesidad de una máquina que les conecte a la vida es la causa que suele llevar a los pacientes a la UCI. De media, cada enfermo al que se le aplica este tratamiento lo mantiene durante dos semanas, pero no todos deben someterse a él. “Intubar a una persona de 90 años no está indicado ni siquiera para una neumonía normal. Es importante saber que conectar a un paciente a un respirador no es gratis, y no me refiero a lo económico. Provoca un sufrimiento, tiene contraindicaciones y efectos secundarios y puede generar infecciones. Todo esto suma una serie de cuestiones que un paciente de esa edad no puede tolerar”, enumera Rodrigo. De ahí que una de las cosas que más llama la atención al acceder a la unidad de críticos es la relativa juventud de los pacientes. No hay ancianos y la media es de 64 años. En esto, la vida en la UCI de Zamora apenas ha cambiado desde la explosión de la primera ola.

Tampoco en la preocupación por cada paciente: “Son como nuestros. Los cuidamos y los mimamos”, asegura Elena Sutil, una de las enfermeras. La jefa del servicio expresa esa inquietud a través del conocimiento que maneja sobre el estado de todos los enfermos: “Con algunos nos cuesta mucho”, reconoce Conchi Tarancón, que alude a los que tienen patologías respiratorias previas como los más complicados: “A veces es cuestión de paciencia para que la inflamación del pulmón vaya bajando”, aclara. Muchos necesitan traqueotomía para evitar infecciones y que “entre mejor el aire”. Desde ahí, “van más despacio”.

Una sanitaria se ajusta su traje de protección. | Emilio Fraile

Los profesionales de la UCI también han mejorado en la capacidad para limitar “un ida y vuelta” de los pacientes. Quien va a planta, normalmente sigue adelante con su recuperación: “En la primera ola, tuvimos muchos tromboembolismos pulmonares. Por eso, ahora hemos intentado anticoagular y hemos logrado que haya menos”, asevera Tarancón.

Algunos pacientes necesitan una traqueotomía para que “entre mejor el aire”

Esos avances facilitan que el enfermo pueda ir quemando etapas en su vuelta a la vida. En algunos casos, ese progreso es lento y aparece intercalado con algunos sustos; en otros, los esfuerzos no son suficientes. Las sanitarias aluden a algunos golpes que “psicológicamente influyen muchísimo”, y lamentan también que el contacto con la familia para ofrecer información sobre su ser querido se limite, a veces, a una llamada.

Solo cuando el paciente coge fuerzas, despierta y ve de cerca su salida de la UCI llegan las videoconferencias y otros estímulos que también sirven para recuperar anímicamente a las personas: “Después de muchos días, se encuentran desanimados, con ganas de llorar y con muchísima ansiedad”, apunta Conchi Tarancón, que asegura que varios enfermos sufren hasta delirios durante este tránsito.

El interior de uno de los boxes de la Unidad de Cuidados Intensivos, con una de las pacientes. | Emilio Fraile

En estas, el personal sanitario sigue batallando mientras ve con un cierto “miedo” la avalancha de ingresos que se está produciendo en planta y que, poco a poco, repercute en su realidad diaria: “Ya estamos otra vez”, se resigna la jefa de servicio de la UCI, que incide en el apoyo de los residentes y del personal del área de Anestesia como un respaldo decisivo para poder soportar el sistema de turnos.

No en vano, la Unidad de Cuidados Intensivos lleva meses funcionando a un ritmo muy elevado, en la línea del resto del Complejo Asistencial. En planta, el objetivo es sacar adelante al paciente sin tener que recurrir a la zona de críticos, pero no siempre es posible, y las perspectivas ahora no son buenas. Aquí, la gerente hospitalaria, Montserrat Chimeno, hace un llamamiento a la prudencia y también a la participación en los cribados: “Cuanta más detección precoz logremos, menos ocupación habrá en la UCI”, advierte la responsable, y matiza: “Esto no es para la gente que no sale de casa, sino para quien está en la calle”.

El COVID en la UCI

  • La estancia. De media, cada paciente pasa unos quince días en la UCI, aunque se han dado casos de hasta 79 jornadas de ingreso en la zona de críticos.
  • 120 pacientes. Desde que comenzó la pandemia, 120 enfermos de coronavirus han pasado por la Unidad de Cuidados Intensivos del Virgen de la Concha: 42 en la primera ola y 78 desde entonces.
  • Pico de ingresos. El 1 de abril de 2020, el número de ingresados en la UCI ascendía a 20, cuando su capacidad máxima habitual es de 11 pacientes.
  • Mortalidad. Ahora, uno de cada cuatro pacientes con COVID en la UCI fallece. En primavera, uno de cada dos.

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