El trabajo en el campo es incierto, puesto que siempre se está expuesto a riesgos que escapan de la mano del agricultor o ganadero. Para ello, existen los seguros agrarios, tanto para el campo como para el ganado.

Por un lado, los seguros agrícolas protegen de los distintos riesgos a los agricultores, siendo los más habituales en el campo aquellos que cubren ante el pedrisco, las heladas, sequías, lluvias torrenciales y daños derivados de factores climáticos. Los hay de dos tipos.

El primero son los seguros combinados o de multirriesgo, que ofrece garantías concretas ante riesgos específicos que puedan afectar a la producción. De esta forma, el agricultor que tenga uva, puede acogerse a este tipo de seguro para protegerse ante la muerte de la cepa.

Otro tipo de seguro agrícola es el de rendimiento, que se encargan de las adversidades climáticas, como inundaciones o pedrisco, y otros riesgos de la naturaleza que puedan afectar al cultivo, garantizando un porcentaje de los rendimientos asegurables.

El ganado tiene también su propio seguro, con cobertura para todo tipo de explotaciones, desde ovino a la apicultura, pasando por el vacuno, equino o porcino.

Los más habituales son los seguros de accidentes y enfermedades, que incluyen desde problemas relacionados con el parto a fiebre aftosa, ayudando al ganadero con indemnizaciones por animal.

Otro de los más habituales es la retirada de animales muertos en la explotación, algo que puede suponer un coste muy elevado para el ganadero.

De esta forma, esta póliza convierte esta posibilidad en un gasto fijo, cubriendo los costes de retirada y destrucción de los animales muertos, ya sea por causas naturales o por accidentes.

Sin duda, los seguros agrarios son una ayuda muy útil ante los imprevistos para aquellos que tienen a la tierra y al ganado como su principal sustento.