El escritor Tomás Sánchez Santiago ha publicado en los últimos meses varios libros que tienen en común ofrecer un repaso a varias de sus múltiples facetas creativas. El primero supone una reunión de sus poemarios, mientras que el segundo recopila una serie de intervenciones ensayísticas. Ambos "dan cuenta de una obra ya hecha, lo que da cierta tristeza porque supone entregar unas recetas ya cocinadas, pero al mismo tiempo es una suerte entregar estos textos ordenados" declara el zamorano.

-Sus publicaciones poéticas de tres décadas aparecen agrupadas en un único título.

-El libro "Este otro orden", editado por Dilema, recoge mi poesía reunida y me lo habían pedido hace varios años. Reúne siete libros que he publicado entre 1979 y 2016 más algunos poemas que no aparecieron en los volúmenes y que he agrupado al final en una sección que he llamado "accidentales". Revisar la escritura de uno es necesario y a la par peligroso. Yo me he debatido entre dejar las cosas como estaban, porque las cosas son como fueron en su momento, o hacer una relectura, lo que me parecía tramposo. Lo que no se puede hacer, desde mi punto de vista, es reacomodar una escritura pretérita a las circunstancias de ahora. Es verdad que he tocado algunas cosas, pero es un maquillaje muy suave que afecta solo al primer libro. Lo que sí he hecho es suprimir algunos poemas pertenecientes también al primer título.

-¿Por qué?

-El primer libro es del año 1979, lo escribí cuando tenía únicamente 19 años, y alguno de esos poemas me parecían insostenibles. Me acuso de haberme censurado a mí mismo. En vez de acomodar el poema lo que hice fue suprimir de raíz. A partir de ese libro he respetado todo.

-Ha respetado que "cada palabra escrita es una decisión tomada".

-Efectivamente. Yo creo que el poeta tiene que cargar con sus propias pistas falsas y con sus propias desorientaciones. No digo que no valore lo que han hecho otros como Juan Ramón Jiménez que revisaba continuamente su obra, pero yo no concibo así la labor de un creador. No entiendo que un pintor tenga que estar corrigiendo constantemente sus cuadros. Lo que sí entiendo es suprimir de raíz, suprimir una obra, pero falsificar el pasado como para suponer que tenía que haber sido de otra manera de acuerdo con el presente, no me parece necesario. Pese a todo, es doloroso aproximarte a tu escritura de hace 30 y 40 años. Yo prácticamente nunca me leo a mí mismo, no me produce satisfacción.

-Concrétenos.

-El acercarse a la juventud cuando ya no la tienes en el fondo tiene algo que ver con las expectativas que uno tenía y preguntarte a ti mismo si se han cumplido o no. Todos tenemos un déficit y nuestra historia personal está marcada por decepciones menores que tenemos que saber conllevar de la mejor manera posible. Eso me sucedió cuando me asomé al abismo de una escritura que comencé en 1979. Es doloroso darte cuenta de que la travesía de la vida ya la has hecho en su mayor parte y eso se ha perdido. Estamos en el último tramo del viaje y hay que aceptarlo de manera natural, pero verlo con ojos y espíritu detenidos te hace tomar conciencia de cómo ha sido esa travesía.

-El acercamiento a estos textos ¿le ha hecho reflexionar también sobre su concepción del hecho poético?

-También, indudablemente, hay una evolución poética. Soy consciente de que ha habido una evolución en mis versos. La escritura es un magma que no se detiene, es una especie de flujo que se podrá considerar de distintas maneras conforme pase el tiempo. Cuando uno se acerca a obras de autores tan grande como Federico García Lorca o Miguel Hernández uno se da cuenta de que existe una poesía juvenil cargada de influencias, donde el autor está buscado su voz, hasta que aparece todo cuajado de otra manera que es la que te dicta la experiencia y te dicta el hecho de escribir con otra conciencia.

-¿Lo ha percibido en su escritura?

-Sí, hasta donde el autor puede tener conciencia de ello. Uno está más cerca de sus libros finales que de los primeros.

-¿Qué influencias identifica en esos primeros poemarios?

-En aquel momento estaba seducido por poetas como Miguel Hernández, Pablo Neruda, Baudelaire o Claudio Rodríguez, entre otros autores, a quienes leía con voracidad y con la seguridad de haber encontrado voces que me iban a ayudar a vivir, no a escribir, y creo que algo de eso tiene que traslucirse en los primeros libros y algo queda. La misión del poeta no es preguntarse por sí mismo sino que eso lo vean desde fuera.

-Y en sus libros más actuales, ¿quién hace "mella" en su escritura?

-No lo sé. Llega un momento en el que uno no sabe responder sobre sus autores estimulantes. Yo llevo conmigo una serie de autores que se han convertido en lecturas constantes para ayudarme a vivir mejor. Decía Tolstói que lo que es útil es lo que mejora a la persona y a esa máxima me agarro. Leo para mejórame a mí mismo y para ver con otros ojos al mundo. Leo mucha poesía clásica, autores primitivos griegos, pero sigo leyendo a Baudelaire o a Rilke?lecturas que van conmigo desde hace tiempo y se han quedado a mi lado.

-¿Qué le mueve a escribir en estos momentos?

-Necesito ver el mundo por el filtro de las palabras, de las propias y de las ajenas. No encuentro otra razón. Quizá uno escribe en la ilusión, en el peor de los sentidos de la acepción de la palabra iluso, de que podría mejorar la vida de alguien con la escritura como han hecho en la mía.

-El libro "Abordajes" ha visto la luz hace escasos días, auspiciado desde la Diputación de Salamanca. Háblenos de esta publicación.

-"Abordajes" es un conjunto de intervenciones mías de carácter ensayístico que no tienen que ver de manera frontal con la literatura. Son intervenciones en distintos foros a veces sobre lectura, a veces cuestiones de tipo sociológico, a veces es glosar la vida de un artista. He aprovechado este volumen para incluir autores afectos a mí como Antonio Pedrero, Baltasar Lobo, José María Mezquita o Delhy Tejero. Es una recopilación de textos periféricos escritos algunos de ellos hace 15 años.

-Tanto "Este otro orden" y "Abordajes" son textos que recopilan su pasado creativo. Sus escritos del presente ¿qué derroteros siguen?

-El presente es incierto, como tiene que ser el presente. Además, ese presente es casi en diferido, pues tenemos que grabar las cosas porque no hay posibilidad de vernos cara a cara. Yo sigo escribiendo, pero de esa manera incierta porque el territorio del creador es la incertidumbre siempre. Estoy escribiendo poesía, pero estoy en esa fase todavía en la que no se sabe qué va a quedar y qué desaparecerá, algo que siempre ha pasado en mi escritura. Estoy en ese momento sin prisas y algún día lo daré por acabado.

-¿Qué temáticas está abordando?

-En todos mis libros está mezclada la parte privada y la parte social y en este caso también sucede. A esta alturas de mi vida no me apetece articular un libro por secciones, sino que creo que es mejor que vaya todo junto porque la vida se te presenta como un continuo que no se puede compartimentar y tengo la sensación de que lo que estoy escribiendo ahora, si acaba desembocando en un libro, va a ser un río de poemas consecutivos sin más explicación.