Angelines del Amo celebró ayer el siglo de vida con un espíritu positivista y convencida de que "la mente puede mucho en la vida. Más de lo que pensamos". Lo hizo, además, en una atmósfera de felicitaciones.

- ¿Cómo fue su infancia?

-Jugando con los niños y niñas de la Puerta de la Feria. Cuando fue un poco mayor que dijeron mis padres: vamos a irnos de aquí, lloré tanto que nos quedamos vivir. Mucho cariño a la

- ¿Recuerda los juegos o entretenimientos de entonces?

-Había un taller de carros cerca de casa y montábamos en ellos. Dejaban vigas para los arreglos y escribíamos los nombres en ellas y jugábamos al esconderite, al charlestón y a cuanto se nos ocurría. Había una pandillita buena y estábamos muy unidos.

- La etapa escolar ¿cómo fue?

-Un encanto de escuela. La profesora, Joaquina Calamita, era maestra y tenía la escuela particular. Íbamos los niños de la Avenida de la Feria. Era buenísima y genial. La recuerdo con todo el cariño del mundo. Para leer queríamos El Quijote. Estábamos a muy buena altura. Si estabas mala te iba a ver a casa. Tenía el piso arriba de la escuela y cuando una niña llegaba y decía: "tengo hambre"; Anda sube y dile a Inés que quieres pan. Un día una niña dijo que quería garbanzos. Era muy cariñosa

- ¿La adolescencia resultó entrañable?

-Siempre me he encontrado muy a gusto. En mi juventud teníamos una serie de amigos estupendos y nos paraban por la calle y no decían muchas cosas. Cuando me decían: ¡que guapa!, me decía, qué verán. Echaban piropos siempre. Los entretenimiento eran las fiestas de los barrios. A San Isidro de la Puerta de la Feria bajan cientos de gente. Por la noche aquello se llenaba.

- Llevó una larga vida laboral ¿Cómo se inició?

-Como mi padre me tenía bien preparada para ir a una oficina a los 16 años me puse a trabajar en Hacienda. Con la guerra la gente se iba y el secretario le dijo a mi padre que me dejara bajar al despacho porque no podía llevarlo solo. Luego le trasladaron a Jefe de Falange y estuve con el. Luego llegó Carlos Pinilla, que también quiso que me queda, pero mi padre le dijo que tenía que volver. Yo no he hecho oposiciones. Me han hecho oposiciones a mí. En el Colegio Oficial de Médicos estuve hasta el final.

- ¿Sufrió la Guerra Civil de forma muy dura?

-La guerra civil fue tranquila porque en el frente no teníamos a nadie en la familia. Una tranquilidad relativa porque tranquilos, tranquilos no había nadie.

- ¿Cómo valora a Carlos Pinilla?

-Era una gran persona. Digno de toda confianza.

-Usted visitó Alemania justo antes de comenzar la II Guerra Mundial. ¿Que vio allí?

-Fui a los 19 años invitados por Alemania en un viaje organizado por la Fuerza por la Alegría, una organización alemana. A seis personas por provincia. En Berlín vimos maniobras de la aviación desde los balcones del hotel. Nos dijeron que no saliéramos, pero apagamos la luces y agachaditas y sentaditas en los balcones vimos cómo se oía el sonido, cómo los localizaban, cómo los apuntaban y cómo los abatían. Fuimos en julio.

- ¿Qué recuerdos conserva de sus andanzas por el mundo?

-Estuve por África, Europa, América... Creo que me queda Oceanía por visitar. Me querían vender un apartamento en una playa, porque me gustaba tanto la playa... Pero no quise tener casa porque lo que quería era ir cada vez a un sitio, correr lo más que pueda. Y así ha sido. Buscaba conocer mundo. De África me llamaron la atención los dátiles de Casablanca, que me gustó mucho la ciudad. He estado en Nueva York, en Florida y conocí a judíos y gente interesante.

- ¿Cómo vivió el suceso de la tragedia de Ribadelago por la rotura de la presa de Vega de Tera?

-Lo pasé muy mal. Lo recuerdo con dolor porque nos lo contaban y estábamos todos angustiados con aquella gente.

- Usted siempre ha tenido a gala la inquietud cultural. ¿Qué le anima a mantenerse activa?

-Leer, leer, leer. Me reñía mi madre, Ramona Almaraz, que también leía mucho. Me levantaba, desayunaba y me ponía a leer. ¡Ya estás leyendo! me decía. Pero, mamá, cómo me riñes con lo que a ti te gusta la lectura, le respondía. Pues está muy claro, hija. Yo me levanto, hago todo lo que tengo que hacer y, cuando acabo, leo. Y tú te levantas y te pones a leer, y hay más cosas que hacer.

- ¿Libros, periódicos, revistas...?

-Al principio no leía los periódicos pero luego sí. En casa estaba el Correo de Zamora toda la vida.

- T ambién la música está entre sus inquietudes. ¿Qué géneros?

-Tengo hasta quinto de piano, que hice Salamanca. Me gusta casi todo tipo de música, Difícilmente hay alguna que no me guste. Y me gustaba bailar. Teníamos pandilla de paseo y pandilla de amigos de baile, y cada una sabía con quien tenía que bailar el tango o el pasodoble.

- ¿El Lago de Sanabria era uno de los lugares elegidos de la provincia para pasar unos buenos momentos?

-Me encanta el Lago. Varios veranos los pasé allí. Me ha gustado mucho moverme y viajar. Los viajes con amigas.Mis primeros viajes al Lago los hacía en coche de línea. En Trefacio teníamos unos conocidos. Es un buen pueblo y muy buena gente.

- ¿Como ve la naturaleza? ¿Debe cuidarse?

-No creo que haya cambio climático. La Naturaleza debe cuidarse por la cuenta que nos tiene a todos. Debe estar sana y cuidada. Y el lobo, como todos los animales, me gustan.

- ¿Cómo vive el confinamiento?

- Encerrada como todos, pero lo llevo bien.

- ¿Sigue de cerca la política? ¿Qué necesita la sociedad para salir adelante?

-Gente que no sea salvaje y que los que los políticos no vaya a medrar y a aprovecharse de la situación. Eso es horrible.

- Un siglo de vida es una larga historia. ¿Está satisfecha de lo conseguido?

-Estoy satisfecha de lo hecho. He conseguido viajar con un padre, José del Amo, que no le gustaba viajar, pero ni un solo viaje perdí por él. Nunca me evitó hacerlo. Me parece que es una preciosidad viajar.

- ¿Alguna aspiración o meta?

-Vivir en paz y en gracia de Dios los días que me queden de vida. Rezo y hablo todos los días con Dios porque le digo lo mío particular. Es como si hablo con una persona. Lo sabe todo y lo comprende todo, y por eso se puede hablar con él.

Angelines del Amo vivió ayer un cumpleaños especial, un siglo, con visitas, llamadas -algunas adelantadas de fecha- y la atención personal y esmerada de Ana Robles.