La psicóloga especializa en menores Mar Gallego Matellán analiza la situación de confinamiento que también padecen los niños.

- La estancia en casa se alarga sin una fecha clara de conclusión. ¿Cómo se debe de afrontar el no saber cuándo concluirá todo con los más pequeños de la casa?

-Los niños hasta cierta edad tienen un concepto muy relativo del tiempo, por lo que la perspectiva de quedarse en casa dos semanas se diluye en el tiempo. Ellos viven un presente muy potente, por eso hay que intentar que haya unas rutinas previsibles que al niño le den cierta estabilidad. Tenemos que preservar unas rutinas de sueño, de horarios de comida, establecer unas rutinas fijas de qué hacer en un momento determinado de la mañana o por la tarde. Es importante que no haya una dirección anárquica en la que prime qué vamos a hacer cada día y en cada momento. El niño tiene que tener un ritmo que le marca la seguridad en su día a día al margen de que estemos viviendo una situación tan peculiar.

-¿De qué manera se debe explicarles lo que está ocurriendo?

-Los niños no son ajenos a que estamos viviendo una situación extraña, pero no toman la dimensión de la peligrosidad que tiene, lo que es bueno. En su pensamiento más simple pueden aceptar bien que ahora no se puede salir a la calle porque si lo hacemos nos podemos enfermos. No debemos de dramatizar ni explicarles demasiado, pues podemos generar un miedo posterior, que cuando tengamos que salir el niño haya albergado un temor a salir a la calle.

-Por lo tanto ¿no es bueno oír la radio o ver los informativos de televisión acompañados de los menores?

-Efectivamente, sobre todos en el caso de los niños de 6 y 12 años, porque pueden estar sobrecargados de esa información. A esas edades pueden tomar un poco más conciencia de la amenaza tan latente y puede comenzar en ellos el temor a qué pasará o realmente si vamos a morir dado que se dan cifras de fallecimientos constantemente. Esa amenaza de muerte, que es real, esos niños no tienen que vivirla igual que los adultos.

-Si un niño pregunta por esos muertos o pide no recibir más información sobre el coronavirus ...

-Son síntomas de que están saturados igual que lo estamos los adultos, aunque queremos estar informados de las últimas cifras y de los últimos datos, de cómo evoluciona. Los niños de 6 a 12 años, necesitan alejarse porque no están preparados para un afrontamiento como puede ser en el caso de los adolescentes. La sobrecarga alimenta su ansiedad porque cada uno interpreta la situación dando rienda suelta a su mente, pero van a albergar un temor de que hay una amenaza fuera y de que esa amenaza puede entrar en sus casas. A los de menos de cinco años, les podemos explicar que han cerrado los parques y los colegios y durante un tiempo, sin marcar fechas, hay que quedarse en casa y luego nos van a avisar cuando ya se pueda salir. No debemos de explicarles demasiado porque con una elaboración demasiado sofisticada de la información, se van a perder.

-¿Qué podemos hacer los adultos para facilitarles el confinamiento?

-Empatizar con ellos, decirles que quieren salir a la calle, compartir, el explicarles que a nosotros también nos gustaría, y en tercer lugar, un aporte positivo. Tenemos que transmitirles que tenemos en casa muchas cosas para hacer, le damos un añadido de recurso positivo para que todo no sea el típico "no, no y no".

-Habla del mantenimiento de rutinas, los deberes que los centros están mandado de manera telemática o incluso las videoconferencias con clases, en el caso de los más mayores, ayudan a crearlas.

-Son un acierto. Ellos necesitan la rutina en la vida cotidiana que les da seguridad y estabilidad en esta situación rara. El fin de semana debemos de tener más flexibilidad, desarrollar más juegos...

-Las pantallas son recursos que se están empleando mucho.

-El uso de pantallas, independiente del fin, no está recomendado en un niño más de dos horas diarias según la Asociación Internacional de Pediatría. Estamos en una situación excepcional. En el caso de los adolescentes, las tareas académicas conllevan muchas horas delante de ellas, pero no es lo mismo estar trabajando con un documento que estar viendo un disparo de imágenes continuamente, vídeos o dibujos que generan una carga en el cerebro que va en detrimento de las capacidades atencionales. Estos días soy consciente de que salta mucho esa barrera, pero el problema es volver a dar el paso hacia atrás. Si hay que hacer uso de pantallas hay muchas alternativas culturales sobre las que hacerlo, pues hay niños que cogen la Wii y pueden llegar a estar hasta seis horas.

-Alude al exceso de horas con pantallas, pero una realidad que tienen que afrontar muchos hogares el que ambos progenitores coincidan en los horarios de teletrabajo o que solo uno, con trabajo a distancia, se haga cargo de los retoños.

-Es complicado, desde luego. Hay que plantearles una tarea que tú quieres que haga, en función de las edades y características de cada uno.

-Los niños necesitan sociabilizarle con sus iguales. ¿De qué manera les puede afectar el aislamiento?

-Es un período relativamente corto para que afecte sobre su interacción social. Un retiro de meses a medio o largo plazo no tiene repercusiones, aun así podemos favorecer la interacción entre los niños. Al igual que favorecemos una videoconferencia con un familiar, podemos promover que tengan un contacto visual con un amigo a través de la cámara del móvil o la grabación de videos que se envían a los amigos... cada uno tiene que favorecerlo como quiera.

-En la adolescencia y preadolescencia ¿cómo están respondiendo al confinamiento?

-Por mi círculo noto que bien, aunque no tengo datos. Tienen a su favor la doble relación on line off line en su día a día. De alguna manera esta doble vertiente les permite relacionarse continuamente. A mí me parece que, por lo general, no está habiendo problemas de la esperada rebeldía por ser adolescente, sino que están siendo muy sensatos y están respondiendo muy bien a esta situación.

- ¿Qué deben tener los padres claro en los días que nos restan de confinamiento?

-Solo hay una manera de pasar un momento difícil que es atravesarlo. No solo hay que ver lo que no tenemos sino lo que tenemos. Es una oportunidad para compartir más en familia, para retomar costumbres que otras situaciones no nos permiten como hacer juegos compartidos. También tenemos que fijarnos en qué queremos trabajar más de la relación con nuestros hijos más que en la conducta concreta de un momento. Es decir, si estamos toco el rato persiguiendo lo que el niño hace o quiero reconducirlo constantemente se producirá una situación muy estresante, pero si me centro en que quiero relacionarme bien con mi hijo y quiero jugar con él, si es un niño, o quiero charlas con él e interesarme por sus cosas, si es un adolescente, puedo encontrar un espacio rico para todos en el que podamos vivir en armonía. Es un momento ideal para darle una vuelta a la relación con nuestros hijos y aprovecharlo porque podemos tener otro tipo de experiencias dado que estamos saliendo de la rutina diaria y nos vemos obligados a compartir espacios que son muy pequeños. Podemos gestionarlo en positivo, podemos aprovecharlo como una experiencia de relación diferente y enriquecernos.