La convivencia estos días en el que las autoridades han decretado el permanecer en casa en algunos momentos puede ser, a priori, complicada y más si se reside en un piso y el número de miembros de la unidad familiar es alto. Tres familias numerosas zamoranas con hijos en edad escolar comparten sus experiencias marcadas por la imposición de unos horarios gracias a las tareas y las clases on line, el empleo de las nuevas tecnologías y , sobre todo, por los momentos de ocio en familia

En el hogar de la familia Toranzo Bautista pese a estar en 105 metros cuadrados las ocho personas que integran la familia, el matrimonio y sus seis hijos con edades comprendidas entre los 15 años y los 21 meses, se mantiene los horarios habituales. A ellos ayuda que los mayores, Miguel de 15 años y María quien en unos días cumplirá 13 años, a las 08.30 horas están en sus clases a través de videoconferencias o realizan las tareas que el profesor de cada materia les ha mandado, relata su madre Carmen Bautista, quien pone en valor la labor de los docentes del colegio de sus retoños, el Sagrado Corazón. La progenitora remarca que hasta han tenido una tutoría, programada tiempo atrás pero no urgente, por videollamada. "Me parece asombroso cómo se puede llegar a hacer las cosas cuando se pone voluntad", agradece esta mujer que tiene muy claro que los horarios de los mayores confieren una normalidad a la situación e incluso que los medianos, Marcos y a Marta, de nueve y seis años respectivamente, tengan tareas de ocio complementarias favorecen el día a día. Los gemelos, Martín y Mateo de 21 meses, permanecen ajenos a todo y no reclaman salir a la calle. "Como están todos en casa no hay momento para el aburrimiento. Es una ventaja muy grande porque los pequeños juegan con sus hermanos" ejemplifica al tiempo que atestigua que también hay momentos de peleas y que cuando los mayores o el padre, ingeniero que ahora trabaja desde casa, tiene que llegar a cabo videoconferencias a veces resulta complicado. Los momentos de ocio familiar, con juegos de mesa, alguna película o el fin de semana cocinar, también ayudan a la convivencia al igual que escuchar tocar el piano a Miguel, la guitarra a María y el oboe a Marcos. "Ellos tienen videoconferencias con algunos de sus profesores del Conservatorio o bien les grabamos y les corrigen. Escucharles es una manera de entretenernos y de implicarnos todos", describe. Las nuevas tecnologías, además de ayudar a mantener la docencia les facilita tener contacto con sus amigos y con los abuelos, a quienes echan mucho de menos.

En casa de los Prieto Malillos los progenitores, Nico y Vicky, son sanitarios, él en un hospital y ella en una residencia, que compaginan sus empleos con la crianza de Ana de 15, Sara de 14, Marcos de 10 y David de 6 años. La declaración del estado de alerta y el ser conscientes de que las abuelas no les podían echar una mano con los retoños hizo que hablaran con la persona que tienen contratada para ayudarles en casa desde hace diez años. "Ambos estamos en puestos de trabajo donde hay que estar al pie del cañón y le comentamos que si prefería no venir por miedo, lo entendíamos pero ella ha optado por seguir viviendo" agradece Vicky Malillos, ilusionada con la llegada en unos meses un nuevo miembro a la familia. Esta zamorana menciona que en su hogar respetan los horarios, la higiene y todo colaboran en las tareas de la casa para que todo esté dispuesto.

Los vástagos desde el primer día sin clase han tenido videoconferencias con sus profesores y tareas que hacer e incluso desde el colegio Santísima Trinidad les han remitido encuestas para conocer cómo funcionaba el sistema de enseñanza no presencial. "Las mayores utilizan más las tecnologías de lo habitual y las redes sociales, pero es un tiempo difícil para todos y ellos también lo necesitan" comenta Nico Prieto al tiempo que su mujer detalla que hasta los profesores de gimnasia han mandado hacer ejercicio en casa para que participen toda la familia. A mayores, su vivienda de 90 metros cuadros, dispone de una terraza que a la que le están sacando mucho partido. "Bajamos los toldos y nos sirve de gimnasio, campo de futbol y pistas de tenis" comenta entre risas el padre.

El punto más negativo de la cuarentena en este hogar lo representa la cancelación del viaje que la hija mayor tenía previsto con sus compañeros en estos días a Londres. "La pobre lo está pasando fatal. Ella y también sus amigos" comentan los padres mientras que detallan que David, que es el que menos entiende la situación "algunas tardes está muy mimoso". El lado positivo del confinamiento reside en los lazos que están creando con sus vecinos. "Vivimos en un barrio (en Pinilla) y cuando salimos a aplaudir en unas de ventanas más próximas vive un amigo de uno de nuestros hijos. Ellos se saludan y los padres echamos un parlao e incluso a veces se van todos y nos quedamos los mayores hablando", atestigua Nico Prieto.

Las ventanas están posibilitando que Jara de 11, Amaya de 8 y Henar de 5 años, las tres hijas de Esther Baz y José Luis Salgado, puedan hablar en la distancia con la abuela materna que vive en su misma calle a varios números de distancia. Cuando salen a aplaudir a las 20.00 hras las niñas y ella se comunican, aunque a voces. "Ellas le dicen que la quieren y después de un poco se escucha a mi madre responderles" comparte Esther Baz, geóloga que estos días hace teletrabajo mientras que su marido, guarda forestal que ha distruido las jornadas labores con sus compañeros, de tal forma que tiene que acudir cinco días, lo que brinda que la atención a sus hijas se la repartan él por las mañanas y ella, por las tardes.

En el hogar siguen los ritmos del colegio. Las mañanas pasan volando, pues las menores realizan actividades escolares. "La mayor sabe que 40 minutos de Lengua, puede descansar un poco y luego otros 40 de Matemáticas. Sabe que tiene que hacer sus deberes y se organiza" ejemplifica Esther Baz quien apostilla que con la mediana "hay que estar un poco más pendiente de las tareas mandadas por el colegio" en tanto que la pequeña se entretiene mucho jugando con elementos de la cocina, haciendo collares para todos con la pasta o letras con las legumbres. Las tardes habitualmente se hacen más larga, pero para evitar el hastío desarrollan actividades en familia muy variadas desde juegos de mesa hasta ejercicio con un tapiz en el pasillo.

La situación de confinamiento las tres niñas "la llevan mucho que nosotros, aunque hay momentos a lo largo del día en el que es inevitable el roce" precisa la madre. Las niñas no piden salir en la calle. "En el colegio (el San José de Calasanz) se lo explicaron de tal forman que lo han asimilado, aunque es verdad que se interesan y preguntar por cómo evoluciona la enfermedad y se lo explicamos para que lo comprendan" detalla Esther Baz. Además, las menores, para fomentar la higiene de las manos, practican un divertido juego. Todas las mañanas sus padres les pintan en una mano un coronavirus que irá desapareciendo conforme ellas se laven y tienen un papel donde van anotando quién de ellas ha ganado cada jornada.

Tres familias que encaran, como muchas otras, con optimismo el confinamiento y que tienen claro que, mientras que dure la situación de alerta sanitaria, hay que permanecer en casa.