El Ayuntamiento de Zamora se someterá en el futuro próximo a una ampliación de sus dependencias en la trasera de la Casa de las Panaderas que dirigirá el arquitecto local Pedro Lucas del Teso. Él fue la persona a quien Andrés Luis Calvo encargó hace más de treinta años un proyecto para incorporar a la Casa de las Panaderas los edificios situados en la misma manzana. Tres alcaldes después, ha sido Francisco Guarido quien ha rescatado esta obra del cajón que ya ha comenzado con las catas arqueológicas que han dado con el hallazgo de un cubo de muralla. Lejos de suponer un contratiempo, la revelación de estos restos de fortificación otorgará un mayor empaque al conjunto. Según explica el profesional encargado de los trabajos, el descubrimiento es una "agradable sorpresa" que podrá ser visitada, en el futuro, por los zamoranos para mayor conocimiento del patrimonio local. Un patrimonio, detalla, que debería dejar de ser un elemento centrado en el turismo para ser devuelto a las personas a través de usos comunitarios.

-¿Qué tiene la obra de ampliación del Ayuntamiento de Zamora para haber permanecido en un cajón casi treinta años sin que ningún alcalde se haya atrevido a ejecutarla?

-Al principio, el Ayuntamiento de Zamora quería a entrar en toda esa manzana. Hablamos de finales de los años ochenta y los edificios que no eran municipales estaban disponibles o con posibilidad de adquirirlos, por lo que en ese momento se planteó hacer toda la manzana de oficinas. Ese fue el primer proyecto que se hizo, aunque antes de llegar a ningún acuerdo con los propietarios. Y ahí quedó.

-¿Y cuándo se retomó este proyecto?

-Pasaron los años y tan solo quedaba uno de los edificios del entorno que sí era propiedad del Ayuntamiento. Lo llamaban la Casa de Esperato y es lo que ahora se va a edificar. Diferentes corporaciones se plantearon aprovechar ese edificio para ampliar dependencias, ya sin la ambición de ocupar toda la manzana. Y tras mucho tiempo, en el año 2007, el edificio se declaró en ruina y lo derribaron. Eso lo cambió todo. Y al ser obra nueva, los requerimientos técnicos son distintos. Todo esto al margen de lo arqueológico, que sabíamos que nos íbamos a encontrar la línea de muralla de la calle Ramón Álvarez. Se nos pidió que hiciéramos un edificio nuevo y planteamos esta solución. Ahí quedó, sin respuesta, y ha sido ahora cuando se ha retomado.

-¿Cómo va a ser ese futuro edificio?

-La ley de accesibilidad es cada vez más exigente y es lo que recoge este edificio. Además, tiene el desafío de darle cara a la parte trasera del Ayuntamiento. Antes tenía un carácter doméstico y ahora nos planteábamos qué debemos hacer con un remate del Ayuntamiento que además es entrada. Porque no va a ser la entrada principal pero sí la funcional, la que va a permitir un acceso cómodo. Ese es el reto.

-Ya sabían que durante la excavación iban a aparecer restos de muralla, pero las obras han descubierto un cubo. ¿Esto cambia las cosas?

-Yo hice el edificio que está enfrente y allí había aparecido un cubo. Por lo tanto, observando la serie de cubos de la muralla, no pensábamos que aquí pudiera aparecer otro. Nos hemos encontrado con esta agradable sorpresa y creo que en mejores manos no pueden caer unos restos que en el propio Ayuntamiento, que tiene la obligación de poner en valor el patrimonio. Nos complicará técnicamente, pero es una gran aportación para la ciudad.

-¿Qué se propone hacer con los restos encontrados, volver a taparlos o mantenerlos, de alguna manera, a la vista?

-Estarán protegidos, a la vista y visitables. No es lo mismo ver dibujada la línea de muralla, como ocurre en la Plaza Mayor, que ver la presencia que tiene este hallazgo. Es algo que impone y por eso acomodaremos el edificio a los restos encontrados.

-En cada obra que se realiza entre el parque de La Marina y el Castillo aparecen restos arqueológicos. ¿La política de datarlos y taparlos es buena o sería interesante, a su juicio, mantenerlos a la vista en según qué casos?

-No es que sea mejor una u otra, depende de la situación. En este caso, la realidad es que pocas veces ocurre que encuentres debajo de un edificio público este tipo de restos y por eso vamos a aprovecharlo.

-Las restricciones a la construcción en el Casco Histórico están haciendo de la zona un espacio cada vez más despoblado y casi marginal. ¿Qué necesita esta parte de la ciudad para revitalizarse?

-Me remito a una experiencia que conocí en Santiago de Compostela. Allí vivían ciudadanos que no tenían medios para abordar una renovación de sus casas y lo que hacía el ayuntamiento era darles el empujón. Llamaban a sus puertas y les decían a los propietarios que visitaran una oficina que estaba en el mismo Casco Histórico de Santiago para ayudarles en esa renovación. Tener habitantes dentro del Casco Histórico es el mejor patrimonio que hay. Si tú tienes mucho patrimonio, pero está vacío, entonces se acabó. Entiendo que la manera de abordar este asunto es a pie de calle, llamando a las puertas. No basta con dar ayudas, sino que debería haber un grupo de funcionarios dedicados en exclusiva a plantear una renovación del Casco Histórico. Facilitar asuntos de tramitación, declaraciones responsables, licencias... Eso en Santiago funcionó y es un modelo que se podría exportar.

-Las pintadas en templos y en la muralla son un auténtico problema recrudecido en los últimos tiempos. ¿Cuida Zamora su patrimonio lo suficiente?

-Lo que yo veo es desánimo. No nos planteamos qué queremos de Zamora para el futuro. Ahora estamos en una fase de intentar mantener lo poquito que hay y las instituciones trabajan bien en eso, pero falta más impulso. Cuando a la madera vieja la dejas abandonada, al final terminan los hongos comiéndose lo que antes era un sitio habitable. Eso pasa con las pintadas y con la ciudad. Si a la ciudad no le das vida, acabaran ocupando las paredes quienes ven que aquello está cerrado y ven ahí una superficie para sus desafíos. Si hubiera actividad, sería más difícil que hubiera estos ataques.

-Por ejemplo, como ha ocurrido con las aceñas de Olivares, en cuya rehabilitación trabajó usted.

-Muchas veces la administración hace obras de rehabilitación y después no sabe cómo gestionarlas. Es difícil abordar algo así y más en este caso, en el medio del río. Por eso, lo que siempre defendí cuando empezamos fue que lo más importante era que las máquinas funcionaran. No valía solo con explicar de manera didáctica cómo era aquello, sino que había que verlo. Mejor salir con un saquito de harina que con un papel en el que te dicen cómo se hacía la harina. Oír el ruido, ver el movimiento... Ese ha sido el éxito de las aceñas de Olivares. Y, en este caso, hablamos de una cosa mecánica, pero lo mismo pienso sobre otros aspectos del patrimonio. Realizar intervenciones sin un sentido de uso, aunque sea muy esporádico, creo que no es el camino. No podemos reducir el patrimonio a campañas de turismo.

-¿Puede ser ese el caso del Castillo?

-Es un ejemplo paradigmático. Ahí se hizo una intervención muy buena de puesta en valor de las ruinas, pero si miramos atrás vemos que el Castillo ha sido cuartel, cárcel, escuela de maestría, escuela de idiomas y escuela de arte. Ahora no es escuela de nada. Es solo un vacío, lleno de Historia, pero que tampoco puedes vivirla porque en tu primera visita es difícil que entiendas algo. Pasa con el Castillo y también con las iglesias. Todos estos edificios no se hicieron para ser patrimonio, sino para darle un punto más de orgullo a la ciudad. El Castillo es el ejemplo más importante de arquitectura civil de Zamora que podía tener un uso militar u otros usos, como así ha ocurrido a lo largo de los años.

-¿Como por ejemplo, instalar allí el Museo de Baltasar Lobo?

-Después de la obra, se planteó instalar allí el Museo de Baltasar Lobo y al final quedó en nada. Por eso, a mí entender, es un fracaso que el Castillo no haya podido encontrar ese destino con un legado que encajaría perfectamente en el espacio. Ahora tenemos un edificio sin uso que terminará deteriorándose impepinablemente. Si eso estuviera usado, era una garantía de vida. Ese edificio, con respeto hacia lo que ya existe, debe estar destinado a un uso. Yo lo llamo la Casa de Lobo.

-Pero dar uso a las iglesias es más difícil que hacerlo con el Castillo.

-No. Es verdad que las iglesias pertenecen al Obispado, pero hemos visto casos de otros usos. Tenemos el Museo Diocesano en la iglesia de Santo Tomé y tuvimos el Pórtico Musical en la de San Cipriano. Son edificios públicos y deberíamos saber encajarlos en actividades más allá de lo religioso. Son sitios a pie de calle, con mucho espacio y que podrían albergar cualquier tipo de actividad pública, siempre con todo el respeto hacia la Iglesia. Eso les daría vida. No hay que olvidar que las iglesias fueron construidas por una comunidad de zamoranos que las levantaron con todo su esfuerzo, para gloria de Dios, pero también porque se sentían identificados con el edificio y con el orgullo de su ciudad. Por eso creo que debemos recuperar ese sentido de comunidad, aunque sea lejos de lo religioso.

-¿Y a la muralla que ahora se está liberando se le puede dar vida?

-Cada uno tiene su idea particular. En mi opinión, al mismo tiempo que se está liberando muralla, también se está eliminando ciudad. Todas las edificaciones de la avenida de la Feria se habían hecho allí porque había feria. Y al desaparecer eso, desaparece vida de la ciudad. Es un patrimonio menos valioso, pero que también se debe tener en cuenta. Evidentemente, la muralla es un orgullo para la ciudad, pero se podría haber dejado de manera puntual algún edificio que sirviera para un equipamiento comunitario: un centro cívico, un museo... La avenida de la Feria tras la liberación de la muralla ha ganado en espectacularidad, pero también ha perdido barrio y vida.

-¿Y qué ocurre con los edificios protegidos? Si uno repasa el catálogo, se ve cómo buena parte de ellos están protegidos, pero abandonados.

-Siempre es mejor intervenir que dejar, por respeto a la pureza del edificio. A veces vemos que no se interviene en estos edificios por la cantidad de trabas existentes y por eso su destino es la ruina. Entonces, por más que haya leyes de protección, al final se acabarán cayendo. El patrimonio, cuanto más usable, mejor. Cuanto más provecho puedas sacar de él, mejor. Hay algunas teorías que dicen que el patrimonio es intocable, pero creo que darle una utilidad es la mejor manera de conservarlo. Aunque haya que intervenirlo.