Hace 40 años que Toro eligió a su primer alcalde de la democracia. Luis Ignacio Ortiz era el candidato de UCD y tenía 37 años. "Era un crío, pero con unas ganas de trabajar enormes". Habla de su paso por el Ayuntamiento toresano con agrado, buenos recuerdos y muchas anécdotas.

"Dentro de las dificultades que había por aquella época, lo pasé francamente bien porque tenías una ilusión bestial por sacar cosas adelante. Era una ilusión bárbara la que teníamos y lo volvería a repetir", asegura y añade que cuando conseguía en Madrid algo para Toro, era como si le hubiera tocado la lotería.

Luis Ignacio Ortiz De Latierro-Bustos, que también fue diputado provincial en aquella primera legislatura, explica que Toro ha cambiado mucho desde 1979. Ahora hay menos población (entonces había unos 10.000 habitantes), pero el cambio ha sido enorme. "Toro cambió muchísimo, desde lo más fundamental que debe tener cualquier municipio como es agua corriente en todas las viviendas y saneamiento a tener pabellones cubiertos, adquirir el Teatro Latorre y tener todo tipo de servicios para el bienestar de los ciudadanos", destaca el exalcalde.

El presupuesto municipal en aquellos primeros años era "ridículo", tanto que no había dinero para comprar camisas de repuesto para los guardias.

Una de las primeras actuaciones que tuvieron que llevar a cabo fue la creación de captaciones de agua porque hasta entonces Toro se había abastecido de unos pozos que había en el río.

Entre los proyectos fundamentales, el primer alcalde en democracia enumera obras para el tratamiento de aguas residuales y de residuos sólidos o la creación del matadero municipal.

Considera Luis Ignacio Ortiz que los ayuntamientos democráticos, "sean del color político que sean", han sido positivos para la ciudad de Doña Elvira. Tanto es así que se muestra satisfecho con lo que es ahora Toro y considera un acierto la celebración de Las Edades del Hombre y el impulso turístico que ha supuesto. En el otro lado de la balanza y como uno de los principales problemas sitúa el hecho de que mucha gente joven se va a vivir al extrarradio y las viviendas del casco histórico se quedan vacías y en ruina.

Su mayor disgusto como alcalde tuvo lugar el 15 de mayo de 1981, cuando Eric el Belga asaltó la sacristía-museo de La Colegiata. Accedieron por el Pórtico de la Gloria y algunas obras se consiguieron recuperar. "Fue como si se me hubiera caído una losa encima", explica sobre el que reconoce que fue el mayor disgusto de toda su vida.

Entre los recuerdos bonitos, que todos iban a luchar y a trabajar por Toro y dejaban los enfrentamientos políticos a un lado. También que negociaron con el Ministerio de Justicia y consiguieron que se construyera el que hoy es el Juzgado de Toro en la plaza del Concejo.