54 años. Callado. Fuerte. Sencillo. Alegre "antes de". La alegría que le robaron en el campo de concentración de Austria. Se trata del villalpandino Ricardo Rico, uno de los supervivientes en los campos de exterminio nazis. Cuando dejó atrás el infierno se propuso no olvidar. Junto a él tres supervivientes más frente a los trece zamoranos que perdieron la vida entre 1940 y 1942, el periodo más duro. La mayoría murió de hambre y penalidades en una rutina diaria de tortura y asesinato. Sobrevivían al límite. Tanto era así que los españoles, distinguidos con el triángulo azul, trataban de evitar a los judíos porque eran el epicentro en el que se ensañaba la brutalidad nazi.

Son innumerables las escenas horrendas que describía Rico. Hubo una que recordaba como "el espectáculo que más me impresionó en toda mi estancia en el campo". En un viaje a la cantera, "los presos tuvieron que parar al paso de un tren compuesto por unos treinta vagoncillos, llenos de niños judíos. Había unos veinte o más. Estaban extremadamente delgados y la mayor parte lloraba. Los habían tenido unos dos meses en lo que llamaban la cuarentena y en ese momento los llevaban hacia las cámaras de gas del campo de Mauthausen, pues el crematorio del campo no podía seguir el ritmo. La inocencia en aquellos niños también parecen haberse extinguido".