El periodista Javier Cid (Zamora, 1979), galardonado recientemente con el premio Alan Turing de Comunicación por su defensa de los derechos LGTB, acaba de publicar su primera novela "Llamarás un domingo por la tarde".

-Hace nueve años publicó su primer libro y ahora debuta como novelista.

-El editor que me publicó mi anterior libro, nueve años después me invitó un día a comer, me dijo que me seguía en Facebook, que le gustaban las cosas que escribía y el tono que tengo crítico pero con mucho humor y ternura, para, a continuación, encargarme una novela con ese mismo tono de autoficción, el género en el que partes de tu vida pero ficcionas hacia donde quieras. En diez meses la escribí.

-Le pidieron el mismo tono que emplea en las redes, pero el texto es mucho más largo que una entrada en Internet.

-En una novela tiene que crear una trama, una subtrama, personajes secundarios que rodeen al principal... todo tiene que estar muy medido y compensado. Tienes que darle muchas vueltas a lo que escribes. En "Llamarás un domingo por la tarde" aparece reflejado un poco mi vida y la vida de mi generación, las obsesiones e inquietudes que me van llegando constantemente. Todo arranca cuando yo me quedo soltero, hace cinco años, y de repente parece que el mundo se derrumba, lo que coincide con la crisis de los treinta y veo que mis amigos empiezan a tener hijos y comienzan a tener una misión en la vida que yo no tengo. Este coctel está presente en la novela.

-Parte de una realidad, pero ¿qué prima más la realidad o la ficción?

-Si no escribiera cosas que no fueran reales se notaría la impostura. En la novela hay asesinatos y en mi vida real estoy alejado de esas situaciones. No obstante, si tu suprimes el envoltorio de la novela, la esencia y los motores que mueven mi vida están presentes.

-Usted es un abanderado del colectivo homosexual. ¿En la novela también existe una carga de reivindicación?

-No más de la que pueda haber en mi vida. El personaje es gay porque yo soy gay, pero yo no he querido hacer ni una novela gay ni que sea abanderada de nada. Además, el 80% de los lectores en este país son mujeres y a mí me consta que me siguen muchas, por lo que me hubiera echado piedras sobre mi propio tejado si hubiera optado por un texto orientado hacia el público gay. Es una novela generalista, aunque la realidad homosexual está ahí como lo está en mi vida. No es una novela gay, que por cierto no sé exactamente qué es (risas). En una entrevista me decían que en la novela no había sexo y yo le respondí al periodista que por qué tenía que incluirlo cuando de un escritor heterosexual no se espera que escriba solo de tetas.

- Lo cual no deja de ser un perjuicio.

-Sí, pero también es verdad que muchas veces los gays somos los primeros que jugamos con los estereotipos y luego nos molestamos. No obstante, es un juego en el que yo mismo he participado. Yo empecé publicado en el periódico El Mundo, donde trabajo, un blog titulado "Blogback Mountain" con lo cual fui el primero que me puse la etiqueta, que luego me ha costado mucho quitar.

-¿Se arrepiente de haber puesto en marcha ese blog?

-No para nada porque era una época en la que tocó hacer eso. En aquel momento casi no existían los blogs y este fue muy pionero. Fue muy exhibicionista y me puso mucho en el escaparate, demasiado, lo que fue estresante. Ahora mismo no lo había.

-¿Le pasó factura?

-Bueno... quizá me pesa haber utilizado un seudónimo que era Martín Lobo, algo que hice un poco para proteger a mis padres y porque quería escribir con total libertad. Durante años fue tan popular que decía que me llamaba Javier Cid y nadie me conocía. Todavía de vez en cuando me paran al reconocer a Martín Lobo. Creo que ya he conseguido entre las redes sociales y mi trabajo en el periódico desembarazarme del seudónimo. Hacerte una marca es muy difícil y yo la creé con Martín Lobo y ahora he tenido que hacer otra con Javier Cid.

-Y por su labor Javier Cid ha recibido recientemente el premio Alan Turing de Comunicación por la defensa del colectivo LGTB.

-Para mí ha sido un lujazo. Son unos premios que llevan tres años celebrándose en Tenerife y yo acudí en la primera edición como periodista a cubrirlo. Son unos galardones integrados en el festival ARN Culture & Business Pride de Arona, una especie de Orgullo Gay alternativo con muchas propuestas culturales y estos premios. Dos años después de ir a trabajar ser uno de los premiados es un lujazo.

-Su discurso no pasó nada desapercibido.

-¡No sé hacer las cosas de otra manera! Igual que escribo claro en mi Facebook me mojé. Me subí antes cientos de personas y en mi discurso hice referencia a mi infancia y al acoso que sufrí de pequeño tras la publicación en redes de una carta a los chavales que me había hecho la vida imposible en el colegio y que se hizo viral. Al recoger ese premio sentí que 25 años más tarde les había ganado la batalla. Además, alentaba a todo el colectivo a seguir peleando y a seguir levantándonos cada vez que nos caigamos. En la fiesta posterior se acercó a mí una mujer para facilitarme y me confesó que era de VOX. Esas cosas te emocionan y creo que, al final, lo que haces es tener puentes. No obstante, yo no tengo la intención de tender puentes con los señores de VOX.

-¿Cómo analiza su irrupción en la política?

-Siempre han estado en nuestra sociedad. No se han levantado de la noche a la mañana y han fabricado dos millones de fascistas. Los que llevan décadas yendo al Valle de los Caídos están ahí, los que hacen manifestaciones en la plaza de Oriente para recordar-honrar a Francisco Franco están ahí. Ahora han encontrado una fuerza política que canaliza su ideario y discurso fascista. No me asusta porque no van a prohibir los matrimonios igualitarios, ni nos van a llevar a la Casa de Campo... nos van a tener enfrente. Me molesta que partidos constitucionalistas les hayan dado la mano, se hayan sentado con ellos y, para colmo, los hayan metido en las instituciones. Que una política como Rocío Monasterio diga que el Orgullo Gay es una aberración y hay gente fornicando por las calles... no sé qué habrá visto ella, pero yo he estado y nunca no lo he visto. Yo he asistido a las Fallas y allí sí lo he visto al igual que en San Fermines. Los discursos incendiarios de VOX hacen mucho ruido, pero no reflejan lo que es España. Lo que preocupa es que la gente más joven comparte el discurso de esta fuerza política.

-La homofobia es una realidad en nuestra sociedad.

-Hemos logrado avanzar mucho en los últimos años, aunque hay mucho que hacer. Unos días atrás supimos de una agresión a un chico paquistaní al confesar a sus padres que era gay y los progenitores están procesados y el muchacho está atendido por los servicios sociales. Este hecho me parece muy triste, pero la sociedad española no es así. Yo hago estas declaraciones desde la perspectiva de Madrid, donde vivo, donde todo es mucho más liberal y abierto, una ciudad más libertad y tolerante y donde hubo el año pasado una agresión homófoba al día.

-Unos datos que...

-No son más que antes, sino que se denuncian más, lo que es muy positivo. Antes no se hacía entre otros factores porque la policía no estaba preparada al igual que sucedía con la violencia de género. Las agresiones se producen, pero la respuesta social es muy aplastante en contra y mayoritaria. Personalmente yo voy de la mano con mi pareja, nos besamos y jamás he tenido ningún problema en Madrid y creo en ciudades pequeñas la situación no es como hace décadas. Cuando se aprobó el matrimonio gay se manifestó mucha gente porque era la destrucción del concepto de familia tradicional y no ha pasado nada, aunque está claro que hay a un sector de la sociedad que no le gusta. Tampoco me gustan a mí las homilías del obispo de Alcalá que cada dos por tres dice auténticas burradas y que defiende las terapias reparativas con las que no estoy de acuerdo y la comunidad científica y la Organización Mundial de la Salud dicen que son una aberración además de ser un delito.

-El personaje de su novela tiene una obsesión por las redes sociales. ¿Qué han supuesto en su vida?

-Me han descubierto que podía escribir más allá de hacer una crónica o un reportaje en el periódico y que lo que escribía, llegaba a la gente y le emocionaba. Las redes sociales me han permitido escribir esta novela y desahogarme en muchas ocasiones.

-¿No es un poco de exhibicionismo?

-Sí, nunca he negado que sea un poco exhibicionista (risas), pero no he hecho un uso frívolo y cuanto hasta donde yo quiero.

-Usted ha dado el salto a la televisión.

-Me llamaron para colaborar en el programa de Màxim Huerta, a quien conocía de hace tiempo, que se emite en La 1. Es un magazine muy fresquito con temas muy de verano. Me apetecía y estoy muy contento porque es un medio diferente. La televisión exige constantemente estar muy alerta, mientras que en el periodismo escrito si te bloqueas puedes parar unos minutos y luego continuar. Además, en la televisión, aunque solo salgas diez minutos, tiene una repercusión bestial.

-Como periodista ¿por dónde cree que puedan ir los derroteros del sector en el futuro?

-El periodismo en papel cada vez tiene menos peso frente al periodismo digital donde el todo gratis tiene que desaparecer. Para que las cabeceras puedan sobrevivir el lector tiene que acostumbrarse a pagar por los contenidos que recibe y como ejemplo las descargas de películas. Antes la gente se bajaba las cintas ilegalmente y ahora lo que hace es suscribirse a plataformas como Netflix o HBO donde pagas una cuota y ves lo que quieras. Con la prensa pasará algo similar, con cuotas bajas tendrás acceso a contenidos ante los que nosotros tenemos el reto de darle contenidos con cierto valor como infografías animadas, análisis en profundidad no solo la actualidad.

-Usted trabaja en una redacción donde papel y digital están integradas. ¿El papel desaparecerá?

-El papel no desaparecerá sino que se convertirá en un bien de lujo y una minoría, quizá una vez a la semana, estará dispuesta a comprar un periódico con muchos suplementos, con una labor de edición y una fotografía muy interesante. Los periódicos de provincias, pese a la mayor importancia de Internet, tiene un lector muy fiel que sigue recurriendo a ellos. Un problema existente son las publicaciones on line, cuyas redacciones proliferan y en la mayoría de las veces se limitan a colgar las notas de prensa institucionales.