La excepción se convirtió en norma. Si en las elecciones del 2016, tan solo una de las ocho circunscripciones que reparten tres escaños le otorgó representación a tres partidos diferentes, esta vez siete de ellas presentaron ese resultado. También Zamora, que rompió con el tradicional PP 2-1 PSOE para dar cabida a Ciudadanos y sumarse a una dinámica provocada por la fragmentación del voto en España.

La realidad es que la experiencia democrática previa hablaba de un resultado favorable al bipartidismo en este tipo de circunscripciones. Una situación que, además, parecía inamovible. Ni siquiera la entrada de Ciudadanos o de Podemos para los dobles comicios del 2015 y del 2016 consiguió hacer mella en esta dinámica.

De hecho, en las últimas elecciones de hace tres años, tan solo en Huesca se registró una excepción, con la entrada de Podemos para firmar un 1-1-1 con el Partido Popular y el PSOE. Las otras siete provincias notaron un efecto en el voto, pero no en los escaños.

Es más, en muchas de esas circunscripciones, cerca de un 30% de los votos se fue al limbo como consecuencia del dominio de los dos mayoritarios, que consiguieron dejar a las formaciones alternativas lejos de obtener su objetivo: la mitad más uno de los votos que se llevó el ganador.

¿Qué ha sucedido esta vez en provincias como Zamora? La irrupción de Vox ha castigado al Partido Popular, normalmente vencedor de las elecciones en estas zonas, y le ha llevado a caer al 30% o incluso por debajo, en números similares a los del PSOE. Ahí, especialmente Ciudadanos, que también arañó nuevos apoyos, pudo beneficiarse del escenario para acceder al escaño y convertirse en el gran aglutinador de esos terceros diputados.

En realidad, PP y PSOE tampoco pueden sentirse perjudicados en Zamora por este hecho, ya que con el 31% y el 29% de los votos lograron un tercio de los escaños a repartir. Los castigados volvieron a ser los que se quedaron fuera, especialmente Vox y, en menor medida, Unidas Podemos.

Todo esto supone una novedad muy relevante en unas provincias acostumbradas a un voto bipartidista extremo, donde la tercera fuerza sufría para llegar al 3% y eso alimentaba aún más el voto útil. Ahora, el cambio de tendencia abre la puerta para otras fuerzas, que tratarán de seguir aprovechándose del pinchazo de los grandes partidos para acceder al Congreso por territorios donde, hasta ahora, su presencia estaba prácticamente vetada.