El filólogo y escritor sayagués Atilano Sevillano publica su cuarto libro de relatos breves "Minificciones de diván", una obra de más de setenta sugestivas historias contadas en 103 páginas.

-"Minificciones de diván" es su cuarto libro de microrrelatos. Parece que está cómodo con este género. ¿Cómo lo descubrió?

-El origen fue sobre todo didáctico. Yo impartía Lengua y Literatura y para mis clases buscaba textos que fueran breves, de una página, que pudieran trabajarse durante una hora para ejercicios de léxico, sintaxis o comprensión. Poco a poco me fui aficionando a la lectura de estos textos, escritos sobre todo por autores latinoamericanos.

-¿Cuáles son sus características?

-Estos textos te permiten un cierto juego y experimentación, además de ironía, humor y sorpresa. Tienen que ser muy breves y muy visuales pero sobre todo tienen que contar una historia.

-¿Y cuáles son las historias que cuenta en "Minificciones de diván"? Por cierto, ¿de dónde viene el título?

-El título viene porque, de alguna manera, el hilo conductor del libro son historias que podrían ser contadas en el diván clásico psicoanalítico de las películas, en el cual el psicoterapeuta escucha las historias de los pacientes. Sí es verdad que en parte de él hay algunas historias que son trastornos de personalidad, pero luego hay otros asuntos como el otro yo y temas freudianos ya que hay cierta tendencia al surrealismo. Se tratan temas psicopatológicos pero no he pretendido hacer un vademécum porque esto es ficción, aunque detrás de ello haya cierta documentación.

-¿Qué es lo más complejo de su escritura?

-Al ser tan breves, no son fáciles de escribir aunque la gente piense lo contrario. Yo lo comparo mucho con los poemas. Los tienes que revisar y darles muchas vueltas. Son textos muy condensados, aunque también tienen la ventaja de que, a diferencia del cuento, no tienes que parar a contarlo todo, pueden no tener desenlace o dejarlo abierto. Te permiten otras cosas, pero cuestan tanto esfuerzo como escribir un poema. Con esto de las redes sociales, la gente piensa que cualquier chiste o anécdota vale, pero cualquier cosa que sea breve no es un microrrelato. Aparte, el lector tiene que completar un poco la historia.

-¿Qué quiere decir?

-Que el lector tiene que ser capaz de entender las elipsis, los huecos que deja el autor.

-¿Hay algún cambio respecto a sus anteriores libros?

-Sí, aunque al final siempre se repiten algunos temas, obsesiones metaliterarias del escritor. También hay algunos microrrelatos que se mueven entre la noticia periodística y los anuncios por palabras.

-¿Y eso por qué?

-Los anuncios por palabras constituyen un ejercicio que da pie a crear nuevos textos ingeniosos y lúdicos que permiten jugar con el lenguaje.

-¿Hay algún microrrelato ambientado en Zamora?

-Sí, hay alguno inspirado en Sayago, donde nací.

-Precisamente hace unos años contaba a este diario que estaba escribiendo una novela sobre Sayago. ¿Sigue guardada en un cajón?

-Una cosa es lo que publicas y otro lo que escribes. Me considero más lector que escritor pero tengo una pequeña obra de teatro, una novela y un libro de poesía ahí parados, aunque a lo que más he vuelto ha sido a la poesía breve de aire japonés.