La naturaleza de los documentos de que disponemos influye en nuestra manera de reconstruir e imaginar los periodos históricos. La Edad Media es inseparable de los manuscritos en pergamino, de los códices. Los hombres del Medievo han generado estos documentos y, a su vez, sus códices han producido la Edad Media (J. Le Goff).

El medievalista debe ser consciente que los testimonios del pasado no están uniformemente repartidos. Las fuentes documentales no son testimonios directos, la historia "no cae por su peso" de la lectura documental. El historiador debe transcribirlos, traducirlos y contextualizarlos en su hábitat, esto es, el fondo de donde forman parte, y conocer la institución que los ha producido o recibido, y custodiado.

Las fuentes documentales de medievales se pueden clasificar en dos grandes categorías:

Por un lado, las narrativas o literarias, que han sido escritas exponiendo ideas, aportando información y creando opinión. Entre ellas se encuentran las crónicas o las obras hagiográficas.

Por otro, las no narrativas. Son las fuentes diplomáticas. Están constituidas esencialmente por documentos de archivo para diferenciarse de los textos literarios y hagiográficos. Tiene como requisitos la existencia de una persona física o moral, y los testimonios documentales resultantes de acciones jurídicas y de actividades administrativas o financieras, expedidas ex-officio, y cuya forma está sometida a unas reglas.

En la Zamora del siglo XI asistimos al asedio de la ciudad por Sancho II en el año 1072. Este es el acontecimiento histórico donde la ciudad entra la historia "nacional". Es difícil aproximarse a la realidad histórica de los hechos por que sólo los conocemos por las crónicas, donde la realidad histórica esencial tiene elementos juglarescos y de leyenda, y se revisten de fantasía tanto los hechos como los protagonistas.

Las distintas crónicas cuyo ciclo lo inicia la Silense (Ob. Pelayo de Oviedo), Najerense (2ªmitad del XII), Chronicon Mundi del ob. Lucas de Tuy [1239], De Rebus Hispanie, del arzobispo de Toledo [1240], y la Primera Crónica General, de Alfonso X, describen el cerco de Zamora y el nivel de responsabilidad de la infanta Urraca, hermana de Sancho II. Según el ambiente político leonés o castellano se responsabiliza al pueblo de Zamora o la infanta del asesinato del rey castellano. La crónica alfonsina presenta a Urraca como maquinadora del regicidio induciendo al ejecutor Bellido Dolfos. La crónica Najerense es la que incorpora, por primera vez, la tradición popular transmitida por los romances de forma oral e incluye nuevos protagonistas como el Cid. Estos elementos contribuyen a enriquecer y, también a enrarecer el relato. Estas crónicas nos describen la ciudad como un recinto inexpugnable.

Las fuentes documentales diplomáticas para el estudio de la ciudad las encontramos en el Archivo de la Catedral de Zamora, que contiene 2.300 documentos medievales. El volumen importante se inicia con la restauración de la Sede con el obispo Bernardo de Perigord en 1121.

Para el siglo XI, el archivo catedralicio conserva pocas unidades pero significativos, como el fuero de Santa Cristina de 1062, otorgado por Fernando I, donde refleja una polarización social entre caballeros y pobladores, situándose el rey como señor del concejo; el fuero de Valle de 1094, concedido por Raimundo de Borgoña, donde se reproduce las misma organización social de caballeros y peones. En ambos fueros observamos una sociedad organizada para la defensa de la ciudad que sentía la amenaza cercana de los musulmanes, cuando en 1055 cae Salamanca en su poder.

También custodia títulos de propiedad de bienes inmuebles donde nos aporta información con su data de puertas, murallas, calles, iglesias, aceñas etc. Como ejemplo la donación de heredad en 1062 cerca la Puerta Optima, llamada de Olivares. En el siglo XII los títulos nos aportan datos sobre la Puerta del Mercado (1150), Puente Nuevo (1167) Puerta de Santa Colomba (1168), Postigo de la Reina (1266).

Las fuentes diplomáticas no nos relatan ni describen la ciudad. No es su función. Su objeto es ser testimonios de prueba, resultantes de acciones jurídicas. El historiador debe bucear en estos diplomas para localizar el resto de información que las cláusulas documentales contienen, como la lindes que ubican las propiedades urbanos.

(*) Técnico archivero,

ponente en la primera jornada del curso Arte en Zamora