25 de mayo de 1939. Puerto de Sète, cerca de Montpellier, Francia. 13.00 horas. A este lado de la travesía, 1.599 refugiados españoles sufren la represión de las autoridades francesas y la dureza de los campos de concentración. El sentimiento de "deshumanización" motivado por la Guerra Civil se convertiría, 18 días después, en una auténtica fiesta en el puerto mexicano de Veracruz. La "aventura" del Sinaia representa la tremenda paradoja de la vida. Y entre esos cientos de fugitivos, cómo no, también se contaban tres zamoranos. La historia de la primera expedición republicana a tierras aztecas es también el relato vital de Santos Cerviño, Antonio Fernández y Blas Muñoz.

Y en efecto, cuando el Sinaia tocó tierra en Veracruz tras hacer escala en Madeira y Puerto Rico, más de 20.000 mexicanos se adhirieron sin ambages a la causa republicana, impulsada por el presidente Lázaro Cárdenas. La angustia había tornado en nostalgia; el dolor por la patria perdida se había convertido, en cierto modo, en esperanza. Luego llegaron otros buques, como el Ipanema o el Mexique, hasta llevar a tierras aztecas a más de 25.000 republicanos. Los republicanos vieron desvanecerse la silueta del Peñón de Gibraltar, y con esa imagen, sus hogares, parte de sus familias, sus amigos. Muchos de ellos jamás regresarían.

El 13 de junio de 1939 nacía la leyenda del Sinaia. Precisamente, un documental ha recreado aquel hecho histórico haciendo que un carguero de mercancías recorra la misma ruta marítima, 80 años más tarde. La Fundación León Felipe organiza la proyección de la cinta sobre el exilio español en Multicines, este jueves (20.00 horas), con entrada gratuita previa recogida de la invitación en la sala. El poeta zamorano aguardaba a los miles de exiliados al otro lado del Atlántico, como una especie de avanzadilla tras embarcarse, un año antes, en otro barco rumbo a México, el Bretagne.

Los zamoranos del Sinaia fueron testigos de a intensa vida a bordo de un barco que doblaba el pasaje permitido. Actos culturales, conciertos e incluso la edición de una publicación diaria, que alcanzó las 18 ediciones. En ella, se analizaba la posición política de México, la España del final de la contienda civil e incluso, el pensamiento de las 307 familias que viajaban a bordo. Una máquina, una especie de multicopista, permitía la copia y reparto de ejemplares bajo la dirección del poeta Juan Rejano.

A bordo del Sinaia, los tres zamoranos registrados -debían obtener previamente el permiso del Gobierno de Cárdenas para embarcar- formaron parte de la aventura del dolor, la nostalgia y la esperanza. Santos Cerviño, de Requejo de Sanabria, residía en Francia cuando se embarcó en el buque, pertenecía a la Unión General de Trabajadores y tenía 51 años. Sus dos compatriotas zamoranos procedían de campos de concentración. Antonio Fernández, de 44 años, y natural de Almeida había sido recluido en el campo de Vernet de Ariege, junto a los Pirineos. Blas Muñoz, el más joven de los tres, de solo 25 años, abandonó Saint Cyprien, uno de los recintos de trabajo más célebres en aquel periodo histórico.

Formaban parte de aquella primera expedición de 1.599 refugiados, que abrirían el camino a miles más. El Sinaia recuperaría después su actividad habitual, que hasta aquel señalado viaje se basaba en llevar musulmanes a La Meca o armenios a la URSS. Su particular historia acabó el 22 de agosto de 1944, cuando el buque fue hundido por los nazis frente al puerto de Marsella.

Tiempo después, los restos fueron reflotados, pero ya nada había de la música que se tocaba a bordo, de las tertulias, los recitales... De aquella expedición donde había tanta desazón como talento. Ocho décadas más tarde sigue siendo un capítulo desconocido por la mayoría.