Un realismo de colores fríos donde la luz es protagonista absoluta en escenarios sencillos, pero cuidados hasta el detalle. Así es la última exposición del madrileño Carlos Morago, que acoge hasta el próximo día 9 la galería de arte Espacio 36.

-¿Qué se puede ver en la exposición que muestra estos días en Espacio 36?

-El espectador se va a encontrar alrededor de treinta obras de última producción, es decir, con una antigüedad menor a dos años. En todas ellas predomina la temática en la que estoy trabajando en la actualidad, que ha supuesto un giro, lleno de interiores y pequeños detalles de jardines de exterior. Últimamente también estoy incorporando naturaleza muerta y se pueden ver un par de obras con esta temática en esta exposición de Zamora.

-Se dice que sus cuadros son de una sencillez franciscana, ¿está de acuerdo?

-Estoy de acuerdo cuando veo el resultado, pero hay un gran trabajo anterior. Es cierto que todas mis obras se basan en la sencillez, con muy pocos elementos. Me preocupa últimamente casi más el fondo que la forma. Por ejemplo, cuando quiero representar un muro con un pequeño detalle de verdín me preocupa más la acción de pintarlo que lo que realmente representa. El tema lo despojo lo máximo posible de cualquier adorno. En los paisajes de interior, me preocupa el efecto de la luz en un pasillo o una pared blanca y su reducción a la mínima expresión.

-¿Qué es lo más complicado de captar en estos paisajes de una manera tan particular?

-Lo más complicado de describir en el cuadro se resume en la famosa frase de "menos es más". Me preocupa reducir la anécdota a la mínima expresión, para poder jugar luego con ello. Yo soy un pintor muy de gamas más que de contrastes. Y también de degradación, tanto en el dibujo como en el color. Entonces, me entretengo más con una pared en blanco, sacando todos los grises, que en contar el motivo de pintar la propia pared. Así que, para mí, es más complicada la sencillez, porque te quedas sin recursos. Si pintas una pared blanca llevándola al extremo, te quedas sin el recurso de las anécdotas que tenga la propia pared. A mí me preocupa sacar una serie de matices en los blancos que el propio tema.

-¿Qué es lo que le atrae de esta sencillez tan característica de toda su obra?

-No sé qué dirá el psiquiatra (risas), pero la verdad es que yo siempre he sido muy miope, aunque ya estoy operado. Y el miope no ve el detalle, sino una serie de planos. Quizá por eso me gusta reducir a la mínima expresión las cosas y si hay que hacer el pasillo de un metro de largo para que resalte mucho la luz de una puerta entreabierta, lo hago porque eso es lo que me interesa.

-Aparte de la sencillez, el uso de una gama de colores frías es otra de sus características, ¿es algo que le viene dado por la temática que trata?

-Creo que son aspectos que van emparejados. Por otra parte, debe ser también que no me gustan nada las estridencias y cuando cojo un tema y lo desarrollo y lo reduzco tanto en línea como en color. Me interesa más los matices que lo general, como en la vida. Mi obra es un reflejo de ello y en la pintura lo he traducido así, quizá de forma inconsciente.

-Con este tipo de pintura, ¿también hace que el espectador se fije en el detalle que a menudo pasa desapercibido?

-Esa es mismamente mi pretensión. Creo que reduciendo las anécdotas vas al meollo de la cuestión. Todo lo demás veo que puede ser superfluo, aunque sea muy bello. Aquí la dificultad radica también en que me quedo sin herramientas, pero es el reto que me planteo cada vez que me pongo delante del lienzo.

-Su primera exposición fue 1976. ¿Ha notado una evolución de su obra o ha seguido una línea continua?

-La verdad es que ha sido toda una vida dedicado a la pintura, porque no he hecho otra cosa. Y además lo he hecho de una manera inconsciente, sobre todo cuando empecé, con solo 14 años. Respecto a la evolución, la comparo con una especie de espiral que tiene un centro que debo tener programado genéticamente y va alargándose el círculo y agrandándose, pero no existen cambios radicales en mi obra, sino un profundizar en el mismo tema, dando vueltas sobre él y enriqueciéndolo, ampliando el eje y perfeccionándolo, aunque no sé si es de fuera adentro o de dentro hacia fuera.

-Desde su experiencia, ¿existe una evolución en el espectador, aprecia ahora más este tipo de pintura?

-Siempre he tenido gente interesada en mi obra, pero lo que sí ha ido cambiando es el tipo de espectador. A base de tratarlo he salido del comentario de "qué bonito, parece una foto", a que la gente entienda lo que quiero decir, lo que puede transmitir una fachada gris con una raya en blanco. Antes solo veían un interior, pero ahora entienden que es un juego de grises con el blanco.