Lo mismo parece salida de un cuadro de Monet que de un cómic de Pop Art. En unas horas puede transformarse en un humanoide alienígena, en el hada de un bosque encantado o en un sangriento caníbal. E incluso puede llegar a ser ángel y diablo a la vez. El rostro de María Mozo muta cada día. Se levanta por las mañanas, se pone frente al espejo de su casa en La Haya y da rienda suelta a su imaginación. A sus treinta años, esta zamorana de Riego del Camino está a punto de comenzar sus estudios de Make Up Artist (MUA) en la academia Art of Colors de Ámsterdam.

Tras licenciarse en Publicidad y Relaciones Públicas en el campus de Segovia de la Universidad de Valladolid, se mudó por motivos laborales durante tres años a Toronto (Canadá). Tras un breve regreso a España, en 2015 encontró un nuevo trabajo en Maastricht, al sur de Holanda, como vendedora de cosmética de lujo. Un puesto que marcó un punto de inflexión.

"Siempre me ha gustado mucho el maquillaje y siempre lo he tenido como un hobby, pero ahora voy a darle un giro a mi vida y me quiero dedicar a ello de forma más profesional", explica por teléfono.

Como su madre era modista, en las fechas de carnaval todo el mundo se juntaba en su casa para vestirse. "A mí también me gustaba crear disfraces, incluso con bolsas de basura o cualquier cosa, pero sobre todo me encantaba pintarme", recuerda. En Halloween o en las fiestas del turista de su pueblo natal, siempre maquillaba a los niños. Ya en la Universidad, sus compañeros crearon un programa de televisión online en el que ella era la encargada del atrezo. Y poco a poco, a través de vídeos, fotos y tutoriales fue aprendiendo de forma autodidacta.

En la actualidad, tiene unas cincuenta brochas, no sé cuántos pintalabios, esponjas de todo tipo de formas, la tira de purpurinas, una buena colección de pares de lentillas, algodones, látex para crear prótesis y varias paletas cromáticas con un sinfín de colores. Brillantes, metálicos y mates. Para cara y para cuerpo. "Por ejemplo para crear un cuerno lo hago con arcilla, lo dejo secar, lo pinto y luego lo aplico en mi cara con látex", cuenta.

Durante tres o cuatro veces a la semana se transforma. Se inspira y tras varias horas de trabajo se mete -literalmente- en la piel de seres fantásticos fruto de su ingenio. "Me gusta mucho la fantasía y me gusta caracterizarme de personajes abstractos en los que no se identifique si es un hada, un duende o lo que sea. Me siento frente al espejo y lo que salga".

En vísperas de Halloween, la temática gore se ha apoderado de su cuenta con maquillajes de calabazas, calaveras o zombies con bocas cosidas que se entremezclan con sus creaciones más coloridas de flores y galaxias.

Los ojos y el cuello son sus partes preferidas de su cuerpo, que utiliza como lienzo. "Como la parte de arriba es superlisa es como si pintara en un papel, en los hombros es un poco más difícil pero haciendo posturas un poco raras, al final llego", comenta entre risas.

Desde hace dos meses, sube los resultados a su cuenta de Instagram (@mriamozo). Apenas ha publicado cuarenta fotos, pero los seguidores no paran de aumentar y las marcas de belleza de contactar. "Hay muchísima competencia y es bastante complicado hasta que te abres hueco pero la gente dice que tengo talento y voy a probar, por intentar no pierdo nada".