Con solo 21 años pasó por la dura experiencia del diagnóstico de un cáncer de mama. Su coraje y su entereza presidieron su lucha contra esta enfermedad cada vez más común. Ariadna Carnero Pires, estrecha colaboradora de la Asociación Española Contra el Cáncer, relatará su vivencia el día 18 de octubre, dentro del Foro de Salud de La Opinión de Zamora, patrocinado por el Hospital Recoletas de Zamora y la Fundación Caja Rural, con la colaboración de la AECC de Zamora, en el Campus Viriato. Ariadna, que todavía está en tratamiento, fue intervenida dos veces, una para extirparle un tumor en un pecho y la otra para limpiar bien la zona. Después llegaron seis meses quimioterapia y otros tantos de radioterapia. Mes y medio después comenzó el tratamiento con pastillas que debería llevar durante cinco años.

-¿Cómo te diagnostican?

-Me encontré un bulto en el pecho, me asusté, fui a urgencias del Hospital Virgen de la Concha con mi madre. De ahí me derivaron de inmediato a Patología Mamaria, allí me dijeron que había que analizarlo y empezó el proceso de diagnosticar.

-¿Cómo se afronta una noticia tan dura con solo 21 años?

-Lo peor fue ver la cara de mi madre, se echó a llorar y yo me hice la fuerte para darle ánimos a ella. Yo iba con cierto miedo, pero dispuesta a afrontar lo que me tocara vivir. Recibir la noticia es un shock grande, pero hay que afrontarlo y llevarlo lo mejor posible. Salí de la consulta asustada, que te digan que tienes una enfermedad así con 21 años..., pero tenía claro que había que seguir para adelante.

-Cuando saliste de la consulta, ¿qué te dijo tu madre?

-No recuerdo, pero en todo momento pensamos que había que seguir adelante. Mi madre me dijo que me fuera a casa.

-¿No te derrumbaste?

-No, me fui a clase, esa fue mi primera reacción, creo que porque así creí que no pensaría. Aguanté una hora y me eché a llorar. Estaba mi tutora y le conté lo que había pasado, llamaron a mi hermana, que estaba en la clase de al lado, y también a una compañera más mayor que yo que había sufrido cáncer.

-¿Es cuando te das cuenta de la trascendencia de la noticia?

-Sí, entré en pánico, sentí mucho miedo a enfrentarme a todo. Mientras estás dentro de la consulta, te dan mucha información, es mucha a asumir, te hablan del tratamiento...

-Las personas diagnosticadas de cáncer afirman que la vida les da un giro de 180 grados, ¿cómo lo vive la familia?

-En mi caso, con normalidad, afrontando como viene todo dentro de unos límites porque los tratamientos te trastocan. Intentaba llevar una vida normal en los días en los que no había tratamiento: salía con mis amigas, seguía yendo a clase, estudiando, si había viajes iba... Hay tristeza, pero mucho coraje. Yo solo recuerdo haber llorado una vez en todo el proceso.

-¿Nunca te dejaste llevar por la autocompasión?

-No, yo cada día iba viviendo lo que ocurría en ese momento, si me tenían que dar doce sesiones, pensaba en ello cuando me tocaba. No me obsesioné.

-Pero tiene que ser difícil mantenerse entera.

-Es que en casa se hablaba del cáncer como de una enfermedad común, no dramatizábamos, era un catarro que curar. Para mí era más fácil así, me tenía que someter a un tratamiento y si intentaba llevarlo, enfrentarme lo mejor que pudiera a él, todo ese tiempo iba a transcurrir mejor.

-¿Cómo reaccionaron tus amigos y el entorno?

-Reaccionaron igual, me decían que había que luchar y que a por ello. Fueron importantes porque me dieron seguridad, sabes que tienes personas fuera de tu familia con las que puedes contar. Que en un momento así estén contigo te demuestra que es gente en la que puedes confiar.

-¿Ningún amigo o amiga te dejó atrás?

-Hubo gente que sí, que me dejó de hablar, pero no me lo tomé a mal, sería alguien a quien no importaría mucho y corté la relación radicalmente. No les guardo rencor, ni para bien ni para mal, no son relevantes para mí.

-¿Se llega a sentir que la gente te mira con compasión?

-Sí, yo usé pañuelo y al llevarlo notaba que la gente me miraba como con pena, con compasión.

-¿Eso te hizo más fuerte?

-Es duro. Estás en un tratamiento duro y observar que te miran es duro, pero con el paso de los meses te acostumbras y no le das importancia.

-L a caída del pelo es un efecto secundario del tratamiento, impactante, ¿Cómo se afronta?

-Mal, yo tenía el pelo muy largo y rizado. Se cae a mechones y te sientes mal porque piensas que vas a ir dejándolo por ahí, así que decidí dejarlo muy corto.

-Comentabas que la pérdida de las cejas y las pestañas fue peor aún, ¿por qué?

-Sí, fue lo peor, te cambia la cara. No es repentino, pero sí muy rápido porque el vello se debilita muy rápido y muy de repente, ocurre en la fase final del tratamiento, que estás muy blanca, ya no eres tú. La uñas las tenía moradas y me dolían los dedos, no sentía nada, no podía coger las cosas.

-¿Esa pérdida de sensibilidad te impedía ser autónoma en el aseo diario, en la vida cotidiana?

-No, las duchas tenían que ser muy rápidas porque tenía un catéter, vía PIC, en el brazo y había que forrarlo con film para que no entrara el agua, así que no podía estar mucho en la ducha.

-¿Se te llega a olvidar el aspecto físico que tenías antes del tratamiento?

-No. Sabía que al poco iba a estar igual que antes del tratamiento.

-¿Se transforma el carácter?

-Creo que no me cambió. Estás más sensible, insegura, porque no te ves con fuerza, los cambios físicos también influyen. El pelo sabía que se iba a caer, sabía que era una temporada, pero cuando me quedé sin cejas y pestañas fue un golpe muy fuerte porque no te ves bien, es un golpe psicológico muy fuerte. No te reconoces, veo mis fotos y pienso que no soy yo.

-¿Qué fue lo más duro de esta experiencia?

-Muy, muy duro, que me dijeran que no podría tener hijos en el futuro. Congelé los óvulos y para eso tienes que entrar en quirófano para extraerlos, tras un tratamiento muy duro para provocar una hiperestimulación ovárica previa a la intervención.

-¿Has necesitado un tratamiento psicológico?

-Sí, fui a la Asociación Española Contra el Cáncer en Zamora. Pero estuve bien durante el tiempo de la quimioterapia y la radioterapia, era consciente de todo el proceso.

-Tienes mucha fortaleza metal.

-Sí, eso me dijo al psicóloga, que era realista y que lo llevaba bien, que no creía que necesitara muchas sesiones. Estuve yendo un año, después del tratamiento estuve yendo otros seis meses.

-¿La enfermedad ha repercutido en la relación con los hombres?

- No necesitaba en ese momento estar con chicos, pero sí, porque no te sientes bien contigo misma y no te sientes bien para relacionarte con nadie. Tenía miedo al rechazo, no te ves estéticamente bien, crees que los otros te van a rechazar, pero te pasa con todos, sean hombres o mujeres.

-Una vez que terminas el tratamiento, ¿cómo retomas tu vida, cómo es ese proceso?

-Después de esa experiencia tu vida va cada vez a mejor, con normalidad, sin médicos, sin vías, sin agujas? y te vas recuperando poco a poco, porque físicamente estás agotado cuando acabas el tratamiento.

-¿Los valores cambian?

-Para aprender a valorar todo en general, a disfrutar más, eres consciente de que en cualquier momento te puede pasar algo y ya no vivir más. Hay que enfadarse menos, tomarse las cosas menos en serio. Valoras más las pequeñas cosas, estar más con la gente, que hoy todo es móvil, hay que dejar el móvil y disfrutar más con quien sea, aprovechar cada minuto que tienes.

-¿La idea de la muerte te rondó la cabeza?

-No, no me quise llegar a plantear eso.

-¿Qué aconsejarías a cualquier joven que pase por esta enfermedad?

-Que asuma las cosas como le vengan y lo intente llevar de la mejor manera posible; que no se encierre nunca en sí misma, que no desespere, hay esperanza.

-¿Tenemos poca conciencia, especialmente las jóvenes, de la importancia de la prevención?

-Sí, por suerte, a mí me diagnosticaron rápido y pude prevenirlo. Recomiendo explorarse siempre, por muy joven que sea la gente, sobre todo la gente con menos edad, ya que creo que le dan menos importancia.

-Acudiste a la Asociación Contra el Cáncer, ¿qué te ha aportado?

-Ayuda, principalmente. Aunque la gente de tu alrededor te intenta ayudar, no saben y en la Asociación siempre hay profesionales que saben cómo hacerlo. Hay talleres para aprender a ponerte pañuelos, para que te relaciones con gente que ha pasado lo mismo que tú o que ya lo ha superado y que está bien.

-¿La Asociación cumple un papel necesario?

-Sí, yo fui porque la psicóloga fue a verme cuando me operaron y me ofreció ayuda. Desde el principio tuve claro que iba a ir. Ahora participo como voluntaria, para las campañas, he estado trabajando con ellos en la última marcha, en los desayunos solidarios con los niños?, estoy para lo que necesiten.