El Cerco de Zamora vuelve a tener cabida dentro del Verano Cultural. Si lustros atrás los hechos que recoge el Romancero los representaron los grupos de teatro aficionado de Zamora y posteriormente profesionales junto a los actores de la tierra, anoche la asociación cultural Capitonis Durii estrenó un novedoso montaje que entronca la leyenda con la historia, que hace presente el pasado mediante sus gigantes, gigantillas y títeres que dieron vida en cinco ubicaciones del casco antiguo, sonorizadas e iluminadas convenientemente, a un texto que funde los escritos realizados por Daniel Pérez y Braulio Llamero para el colectivo gigantero que cada estío sorprende con una propuesta que pone en la picota el pretérito medievo zamorano.

El espectáculo reunió a cientos y cientos de personas en el punto marcado como inicio de la ruta teatral, bautizada con el nombre de "A paso de gigante". En la plaza de Viriato a los muchos asistentes los recibieron los personajes de dos hechiceras, Romualda y Juana, interpretadas por Ana Gallardo y María González, quienes con sus diálogos metieron en situación al público. "No somos brujas temibles, buenas gentes", indicaron antes de invitar a los presentes a seguirlas a una nueva ubicación del itinerario.

A las puertas de la iglesia románica de San Cipriano, cedida para la ocasión por el Obispado, la pareja utilizó un "elixir misterioso" que les permitió ver "gigantescas miradas". A continuación, las actrices rociaron con ese mismo líquido al público e instaban a acceder al templo. La elevada cantidad de asistentes hizo que mucha gente permaneciera fuera, mientras dentro tuvo lugar la escena de la muerte del rey Fernando, donde cobraron protagonismo los gigantes del Cid, de Sancho y de doña Urraca así como varios de los cabezudos del colectivo.

Nuevamente las hechiceras condujeron a los asistentes hasta el arco de doña Urraca, donde un narrador y las figuras de Arias, de la señora de Zamora y el Cid, cuyas voces pusieron integrantes de Juan del Enzina, Natus o Atrezzo, aproximaron al episodio de la salida del Cid de Zamora. En la plaza de Fray Diego de Deza, los guiñoles de doña Urraca, Bellido y Arias recrearon el ofrecimiento del noble leonés, mientras que el cuarto emplazamiento, el Portillo de la Lealtad conocido tiempo atrás como de la Traición, tuvo lugar la muerte del rey don Sancho, escenificada por las figuras del monarca, de Bellido, de Arias y de Cid así como por cabezudos.

La Puerta de Obispo supuso el marco para reto de Diego Ordóñez, en personaje de títere, una escena que se cerró con los gigantes de Arias, Cid, doña Urraca, iluminados y precedidas de los cabezudos ante los que pasó un cortejo con tres ataúdes, los tres hijos muertos del noble zamorano.