Como pajarés me ha conmocionado y dolido profundamente el asesinato en Bilbao de Lucía Carpintero y de su marido Rafael. Un vil asesinato de un matrimonio octogenario que hace poco más de un año había comprado una casa en Pajares de las Lampreana para pasar en él temporadas veraniegas. Conozco a Lucía, a la que me unen lazos de parentesco, porque su madre y la mía eran primas carnales.

Lucía se fue a principios de los años sesenta a Bilbao para encontrar trabajo. Allí conoció a su marido. Era hija del herrero José Carpintero y de María y formaba parte de una familia numerosa con nueve hermanos, algunos ya fallecidos. Cinco de ellos tienen casa en Pajares; los que residen fuera del pueblo, van a él asiduamente. Por eso, el asesinato de Lucía ha causado un profundo pesar, acompañado de rabia, entre la población pajaresa.

La figura de José Carpintero, su padre, era muy singular. Era natural de Riego y se casó con la pajaresa María. Montó una fragua en Pajares. Muy pocos conocían como él los secretos para aguzar bien las rejas, para fabricar cubresemillas y, sobre todo, para elaborar romanas. Si Herminio Ramos no incluye su nombre en el libro "Zamora artesana", junto a otros herreros y el famoso romanero de Cerecinos del Carrizal Amador Folgado, es porque no tuvo ocasión de conocer sus trabajos. Lo más asombroso es que no sabía leer ni escribir. A pesar de ello, sus romanas, tanto las de barra como las de plato, tenían una precisión milimétrica, como se pudo comprobar en Zamora.

La familia de José y de María era, como la mayoría de los pueblos de la Pan-Lampreana, sencilla y querida. Seis de sus hijos tuvieron que emigrar al norte para ganarse la vida. Allí trabajaron honradamente, se casaron y algunos viven allí habitualmente, aunque, como señalé antes, pasan temporadas en el pueblo.

Es penoso e injusto que mueran de esa manera dos personas ancianas que vivían de una jubilación después de muchos años de penalidades, sobre todo al principio de su vida laboral. Porque Lucía se fue a Bilbao con lo puesto, como la inmensa mayoría de los emigrantes de los pueblos zamoranos a mediados del siglo pasado. Con su trabajo ayudaron al desarrollo industrial del norte de España, porque Castilla y León quedó relegada a ser granero de secano.

Los pajareses nos sentimos orgullosos de esta gente sencilla, porque de ella formamos parte la mayoría, y hemos disfrutado con su presencia cuando nos encontramos en el pueblo. Creo que nadie se va del pueblo si no es por razones de supervivencia. Es más que notorio que son muy pocos los que pueden sobrevivir en unas zonas rurales mecanizadas. Lo mismo ayer que hoy.

El dolor que ahora experimenta Pajares por el crimen execrable de Lucía y Rafael es la prueba de que hay lazos muy fuertes entre su gente, viva o no habitualmente en el pueblo. Uno de los mayores valores en los pueblos es que todo el mundo se conoce, se saluda al recién llegado y se le pregunta por su familia. Es una persona, no un simple viandante o peatón. Por eso, cuando suceden estos asesinatos, todo el pueblo está de luto.